El jardín de Bomarzo

Una forma de sentir

La militancia del PA está convocada a un congreso extraordinario este fin de semana para decidir entre disolución absoluta o plataforma alternativa. Detrás, una historia de 40 años, de anécdotas y de nombres.

  • Día del PA en Écija de 1993

…la naturaleza señala a los soldados de la vida el lugar donde han de luchar por ella. Yo quiero trabajar por la causa del espíritu en Andalucía porque en ella nací”. Blas Infante

Este sábado se apagará la luz, una blanca con destellos verdes que a lo largo de cuarenta años ha estado presente en el luminoso escenario político andaluz con, a tenor del balance final numérico, no excesiva potencia. Los algo más de cuatro mil militantes del Partido Andalucista están llamados a un congreso extraordinario en Málaga donde, sencillamente, debatirán el modo y la manera de poner punto y final a este trayecto y, a partir de ahí, las alternativas posibles, dos: unos defienden conservar sus actas de concejales e, incluso, integrarlas en otras formaciones políticas con libertad, hacia por ejemplo Ciudadanos como, con escaso éxito parece, conducen el ex alcalde de Utrera, Curro Jiménez, y el actual de Los Barrios, Jorge Romero, mientras que otros prefieren mantenerse dentro del PA hasta 2019 y, paralelamente, fomentar una plataforma alternativa política de corte nacionalista y de izquierdas adonde ir integrándose de cara a futuros comicios electorales porque el PA, como tal, no volverá a presentarse, pese a ser la cuarta fuerza política en representación municipal con 319 concejales. Unos y otros, es la historia de este partido, la de unos y otros, seguramente como tantas otras.

Algo más de 60.000 personas les votaron en las últimas elecciones autonómicas, 36.000 menos que en las anteriores, la mitad que lo hicieron en 2008, un declive evidente desde la última vez que formaron gobierno en la Junta con el PSOE cuando el andalucismo era liderado por Antonio Ortega, un histórico que junto a otros, como Alejandro Rojas Marcos, Luis Uruñuela, Miguel Ángel Arredonda o Diego de los Santos, firmaron este julio pasado un documento pidiendo el cese de actividad. Buscar la repuesta que explique este gris desenlace se podría en la mala gestión que la formación patapollo, que es como algunos conocen a la mano abierta del andalucismo, hizo en sus diferentes etapas de gobierno junto al PSOE, auténtico devorador de menores –lo cierto es que tras los pactos de 1996 y 2000 y su participación en el gobierno andaluz subieron un cinco por ciento y lograron un diputado más y, en 2004 y a pesar del 11M, mantuvieron los cinco parlamentarios-; en su política de pactos con el PP, a quienes desde entonces se arrimaron en muchos acuerdos municipales y que muy mal rendimiento les ha dado, tal vez porque el electorado andaluz no ha entendido la alianza del andalucismo con un partido de derechas, en las guerras internas entre históricos que tanto les desgastaron, en más de un desafortunado trasvase de poder en el liderazgo dirigido, siempre, por el histórico abuelo, Alejandro Rojas Marcos, padre y dueño de la marca, eterno, conductor en la sombra de esta formación y que quizás, dicen muchos, sacrificó el posible crecimiento por el control. Pequeño pero suyo. Hace más de veinte años que todos repiten eso de que Alejandro ya está retirado pero, en realidad, cada secretario general nombrado era recibido, casi como primer acto oficial, en una cena lustrosa en casa de Alejandro a la que acudían todos los históricos para escenificar lo que, podría entenderse, era algo así como el poder establecido en la sombra del andalucismo. Rojas Marcos inició su actividad política en la dictadura en las elecciones municipales usando el llamado tercio familiar, consiguió su acta de concejal y fue, según cuentan, tan molesto para el régimen que terminó siendo exiliado de Sevilla ciudad por el gobernador civil de entonces; todo el tiempo de exilio lo pasó en Écija y allí conoció al que más tarde sería alcalde andalucista, Julián Álvarez Pernía, padre del que luego fuera alcalde de Écija y secretario general del PA, Julián Álvarez Ortega, hoy presente en actos públicos de Podemos. El comercio internacional ha sido una de las cosas que mejor ha sabido manejar Rojas Marcos y, de hecho, los andalucistas siempre tuvieron buenas relaciones con gobiernos como Libia, Siria e Irán hasta el punto de que cuentan la anécdota de que Carlos Cano repetía, con sorna de graná, que “en Irán hay más discos míos que tocadiscos para escucharlos…”.  Son muchas las historias que entre corrillos se cuentan, algunas en voz muy bajita porque no todo se puede, se debe, decir en voz alta.

 Otra de las figuras claves fue Pedro Pacheco, alcalde de Jerez durante más de veinte años, hoy encarcelado en Puerto 3 hará pronto un año y, dicho esto, uno se detiene porque decirlo parece normal y no lo es... Con lo de la “justicia es un cachondeo” de las elecciones europeas de 1989 propició que el PA lograra acta de eurodiputado para él sumando votos en toda España, escaño que el partido repetiría años más tarde con Carlos Bautista; más sorprendente fue la representación en Cataluña lograda en las primeras elecciones a este parlamento cuando el andalucismo obtuvo allí dos diputados y, al mismo tiempo, tres en las primeros comicios al parlamento de Andalucía. Se da la circunstancia de que los diputados del PA en Cataluña apenas podían intervenir desde la tribuna por el ruido con los pies que hacían el resto de los diputados; de hecho, en la primera sesión no tenían ni sillas y debieron sentarse en las escaleras. Hoy formaciones como Ciudadanos, de origen catalán, disfrutan del carácter acogedor que siempre han mostrado los andaluces ante todo lo que llega desde fuera. En las elecciones de 1979 al congreso de los diputados logró el PA su mejor resultado, cinco diputados; dos por Cádiz, dos por Sevilla y uno por Málaga, mientras que Huelva y Córdoba se quedaron a escasos votos de obtener representación. Al final, y porque el reglamento de entonces lo permitía, se incorporaron otros dos diputados, uno del PSC de Barcelona y otro de la UCD de Málaga.

Al margen, ¿por qué los andaluces no han perdonado al PA sus posibles errores cuando a otros, mucho más graves, no se los han tenido en cuenta? Puede que hayan adolecido de un discurso ideológico con posicionamiento más firme, otros también, puede que se hayan desgastado con batallas internas, otros mil veces más, puede que el partido nacionalista aquí siempre haya sido el PSOE, líder indiscutible del acento andaluz, y al PA solo le quedase la bandera de la independencia y, ante eso, el miedo al oscuro abismo, puede, sobre todo, que no haya sabido renovarse, modernizarse, hacerse actual, abandonar una estética jornalera anticuada. Errores históricos, como el intercambio de alcaldías de Sevilla, donde ganó el PSOE, para el PA, por las de Huelva y Granada, donde ganó el PA, para el PSOE: mientras al PSOE sí le perdonó el electorado en Sevilla, al PA nunca más ni en Huelva ni en Granada. Y la puntilla vino, quizás, tras el sectarismo primero de Julián Álvarez Ortega, sus expulsiones masivas y la pérdida de toda la representación parlamentaria que hasta entonces tenía para, más tarde, marcharse y dejarlo todo en manos de Pilar González cuando el barco del andalucismo se había convertido en un fantasma navegando entre tinieblas, sin rumbo, sin liderazgo, sin puerto a la vista.

Puede, remato, que la explicación final no sea otra que el hecho de que Andalucía es la unión de muchos localismos y solo sume carácter común ante la ofensa externa, esa que cíclicamente llega por Despeñaperros y nos señala como vagos o taburetes de bar y, entonces, por un intenso instante, asoma la rabia y nos une el fervor andaluz. Que viene a ser como las burbujas de Almax, suben rápido, bajan enseguida.

“Nunca he tenido militancia política. Mi acercamiento al andalucismo tenía un sentido político de reivindicación, que se tratara a nuestro pueblo con dignidad, de igual a igual, sin el desprecio que estábamos sufriendo. Mi andalucismo no es geográfico, es de sentimiento. El Sur para mi es una forma de sentir, es lo olvidado… Ser andaluz es la manera que tengo yo de ser persona”. Carlos Cano.

Bomarzo

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