El Dedo

Ay, Carles

Pasaron al segundo de los aplausos y los vítores, a los abucheos y a las pitadas

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La semana pasada en mi artículo “Cuatro jinetes” me quedé corto con los calificativos que definen a Carlos Puigdemont, presidente de la Generalitat, porque después de escuchar su discurso en el Parlament, en el que se suponía iba a declarar la independencia de Cataluña convirtiéndola en una república, resultó que nos contó aquello que decían nuestras madres cuando éramos pequeños “¿quieres que te cuente el cuento de las sábanas blancas?”.

Y tanto si decías que sí, como si decías que no, te volvía a repetir la pregunta hasta cansarte.

Esa es la estrategia que este descerebrado ha presentado ante el mundo entero y sus secuaces de la CUP, de la ANC y de Omnium que han recibido como jarro de agua fría, pasando al segundo de los aplausos y los vítores, a los abucheos y a las pitadas, consiguiendo que los cientos de independentistas que rodeaban el Parlament fueran abandonando el lugar incluso antes de que terminara su diatriba.

Por su parte, los socios de la CUP no acudirán al Parlament hasta que Carles no haga la declaración unilateral de independencia (está chulería de estos mastuerzos debería ser aprovechada por la oposición para presentar una moción de censura, ya que durante 30 días tendría minoría parlamentaria para, a continuación, convocar elecciones autonómicas con urnas de verdad, colegios, interventores, censo, Junta Electoral, que son los que dan validez ilegalidad a unas votaciones).

Cuando lean este artículo, ya habremos conocido cuál ha sido la decisión que ha tomado el gobierno de Rajoy reunido en Consejo de Ministros.

La farsa montada por Puigdemont no solo merece los calificativos de la semana pasada de canalla, antisistema, ruin, lesivo, engreído, soberbio, si no los de hoy de cínico, arbitrario, ridículo, loco, esperpéntico y socarrón.

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