Todo el mundo sabe lo que es un capullo cuando estamos hablando de flores o de gusanos de seda, y también de hombres torpes y de malas intenciones; y a esto último me refiero con respecto a Puigdemont, presidente de la Generalitat, que intenta impulsar el proceso de secesión de Cataluña sin tener en cuenta las consecuencias que acarrearía a su pueblo, catalanes o no, empezando por la exclusión de la Unión Europea.
Los efectos económicos serían catastróficos para todos, poniendo en evidencia la falsedad de sus palabras al asegurar que a Cataluña le iría mejor sin España. Mire usted don Carles, usted es un capullo.
La economía catalana está calificada por los mercados como bono basura; necesitado del auxilio del Estado para pagar sus deudas, el independentismo le llevará a la reducción de las exportaciones sometidas a nuevos aranceles, las ventas caerían, las grandes empresas cerrarían y la recaudación bajaría seriamente llevando a ese estado catalán a la suspensión de pagos.
Resumiendo: la independencia que usted pretende sería un descalabro total, tanto económico como social, además Venecia ya le he contestado que no puede haber referéndum unilateral y que debe cumplir la Constitución.
Así pues, convengamos en que ha hecho el ridículo más espantoso llevado a cabo por un dirigente político que, buscando el aval de la Comisión de Venecia, a su ilegal referéndum, ha recibido por respuesta una gran bofetada o, como ha dicho un miembro del Partido Popular, una patada en el trasero.
Además, señor Puigdemont, nunca Catalunya empleó el título de nación ni tampoco de reino por mucho que se empeñen en mentir en los libros de texto. Hace 500 años Barcelona se consideraba a sí misma la mejor tierra de España.
De manera que no me retracto, señor Presidente, usted debe aun florecer.
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