El Dedo

Afrenta de Corpes

En el caso de los nuestros, la imaginación tendrán que cambiarla por la realidad porque la envidia, ese deporte nacional

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A veces resulta peligroso hacer volar la imaginación en busca de la gloria, por todos deseada, sin tener en cuenta que nuestros deseos pueden verse truncados por causas ajenas a nuestra voluntad.

Estamos en el ecuador de la legislatura es decir, a medio camino de los próximos comicios municipales que nos llevarán nuevamente a las urnas, y los políticos ya están haciendo conjeturas sobre su posición dentro de los partidos y con la ilusión puesta en escalar niveles más altos unos, en permanecer otros y en formar parte de las nuevas corporaciones algunos.

En el caso de los nuestros, la imaginación tendrán que cambiarla por la realidad porque la envidia, ese deporte nacional, está incrustado en lo más hondo del corazón de muchísimos militantes.

Así pues, me atrevo a pedir a todos los que ocupan cargos, sobre todo a los que gobiernan en nuestro Ayuntamiento, que bajen de las nubes y pongan los pies sobre la tierra, vigilando que no escarben debajo de ellos para hacerlos caer, empezando por el cabeza, que tan confiado se encuentra porque sospecho que no va a ser necesario que tire para sí, sino que se la arrebataran.

Cuando esto ocurra, se acabaron de cantar las mañanitas, a no ser que la intervención familiar acuda a socorrerle.

De cualquier forma, esto no son más que supuestos que darían para escribir una novela con visos de realidad, de acuerdo con los pensamientos de muchos de los que lo lean y, como ya he dicho en otras ocasiones, al enemigo hay que sentárselo al lado para llegar a conocerlo bien.

Termino con una frase diciendo aquello de que “la política es una guerra sin derramamiento de sangre”, y una recomendación para el inquilino del Consistorio que lea la afrenta de Corpes recogida en los Cantares del Mío Cid.

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