Desde que escribo en este periódico, son muchas las veces que he atacado a las políticas desarrolladas por los gobiernos de nuestra nación, tanto a nivel central como al regional, pero sobre todo al local que es el que más me interesa.
He dicho en diversas ocasiones que la democracia es el mejor sistema político que nos hemos podido dar, pero lo que no puede ser es que parezca una muñeca rota por la codicia de unos pocos donde el poder político le ha comido el terreno al poder económico
. Da la sensación, o más bien es una realidad, de que el gran capital tiene cogido por sus partes pudendas a los gobiernos de turno. Les voy a hacer a ustedes unas preguntas acerca de organismos o entidades dominantes, y de sus respuestas sabremos si son un signo de buena salud democrática.
¿Qué piensa del trato que recibe de estas entidades dominantes? ¿Existe un atropello manifiesto? Ante cualquier reclamación, ¿confirmaría que le llevan de un lado para otro con el objeto de desesperarle y aburrirle? ¿Cree ilusoriamente que se puede poner freno a tanto despotismo? ¿Piensa que un pueblo con nulo o poco entramado social hace posible que se den en España todo tipo de prácticas abusivas?
Sus respuestas le llevarán a reflexionar sobre las mismas y según el bando en el que se encuentre (de perjudicados o beneficiados) le permitirá obtener su particular conclusión sobre el nivel de democracia que disfruta como ciudadano. Está por llegar una democracia fuerte en la que los pilares básicos sean la justicia a tiempo, la salud, la educación, la seguridad ciudadana y una auténtica libertad de expresión. Está por llegar una guía política para un nuevo siglo lo más directa posible, y una democracia privada puesta al servicio del bien común.
Necesitamos un fuerte liderazgo moral, pero desgraciadamente, como dijo un importante miembro de la banca, “el poder lo da y lo quita el dinero”.
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