No te lo creas

Necesitamos humanismo, honestidad en la selección de dirigentes, vergüenza

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Te lo digo con tiempo y desde un fundamento: no seas ingenuo, no te creas los mensajes de propaganda o de eludir responsabilidades de esta sociedad de consumo. Dicho esto, y con toda seriedad, habría que precisar hasta dónde llegaría esta imprecisión; o mejor, hasta dónde inventamos el futuro en esta vida.  Al hombre ni como individuo ni como ente social le convienen estas verdades, que están dirigidas a un ser mediocre que aceptará alegremente a una minoría impuesta; así quedará integrado a la comunidad natural. Nosotros aspiramos a más según se presenta la historia; queremos aspirar a un humanismo de hombres libres e iguales en dignidad, fuera de la rapacidad de unos pocos, como es la tendencia actual. Los hombres bajo ideas humanistas y lejos del egoísmo; ésta será una época decisiva, la única deseable. Atiende a esta doctrina y no te confíes a otra, que nunca te llevará a puerto.

Por eso es importante la educación, única forma de conseguir una mayoría formada y decidida a aceptar un sistema de ideas como autoridad suprema. Autoridad de ideas, digo, no de individuos. Pero todo ha adquirido un precio y ante la venta claudica el humanismo con facilidad y se desarrolla el instinto bajo de poseer con prepotencia. Hay que moverse por un sistema de valores adquirido a la edad conveniente, que después no hay remedio, y en una escuela que continúe el calor familiar.  No hay más: una escuela igual para todos, que haga justa la línea de salida. ¿Sabéis lo cara que sale la imposición de mediocres hijos de papá? ¿Cómo una selección justa de los mejores para el servicio de los demás? Esta es la clave y a ella debemos aproximarnos, pero hay gente que se especializa en lo contrario.

Pero vuelvo a decir, no seamos ingenuos, la corrupción de nuestra sociedad ha ido creciendo desde la posguerra, coincidiendo con mi vida, hasta hoy que ya toca ciertos fondos. Es lógico y justo que el partido heredero de aquellos belenes sufra las consecuencias y no se puede librar, aunque haga milagros. Y en ésas estamos, los que nos ganamos en su día el apelativo de niños de la guerra y ahora opositamos a hijos de la corrupción, aún seguimos, al menos algunos, haciendo de testigos de esta evolución de mala suerte de nuestra pobre España; yo creo más en ella y más fundado, no es para menos, después de ser testigo de cómo ha soportado a tantos mediocres en cubierta. Pero es una sensación muy profunda y dolorosa, por lo que también crece mi estima y veneración por esta tierra que le fue adjudicada una parcela en un triste cruce de caminos. Yo mismo lo hago muchas veces, critico de nosotros y soy duro, pero en lo profundo siento una ternura especial y respetuosa por esta España entrañable que pervive.   

Necesitamos humanismo, honestidad en la selección de dirigentes, vergüenza. Con el mayor descaro y valiéndonos de prepotencia, perseguimos el puesto con alevosía en lucha abierta y en recomendación; ha de ser lo contrario. Traición y perfidia se llama en el diccionario. Y en la democracia llevada con ingenuidad se abre una brecha por donde se cuelan los malvados. No solo hay que votar; hay que vigilar, velar, cuidar que los mangantes no se acerquen. Requiere esto una disciplina seria y recordar que la democracia es honrada si lo son los cuidadores. Mirad si no lo que se ha publicado de nuestro país en estos días sobre la desigualdad creada en las clases sociales con nuestro intento de ser civilizados. O corregimos o todo se irá al garete, que ya nos conocemos aquí todo el mundo. Preguntaros por el capital acumulado de algunos y sacad conclusiones. Cuidado con a quién se entrega el voto. Somos un pueblo ingenuo.

Hay que ponerle malicia hasta a ser buenos, porque hay gente para todo que aprenden a dar vuelta a toda clase de calcetines y se acaban instalando en lo más inverosímil. Necesitamos urgentemente una derecha honesta y libre de estraperlistas y una izquierda valiente que se deje de aprendiz de brujo; las dos son necesarias bien conjuntadas y limpias. Las circunstancias nos deben mover y hacer elegir si entramos con buena voluntad. Cuando no se entienden es que no hay decencia dentro. Así se ve si la ves desde la escuela; hay que volver a la inocencia de niños y señalar con la misma entereza. Que España está ahí y no ha cambiado, cada época lo intenta, pero queda lo auténtico; nobleza, coraje, empatía. Y ganas de vivir como nadie en este sol y en este mar familiares: no se nos agota el optimismo con estas fuentes y recargamos la batería vital cada día y acogemos de buen grado. Es muy difícil vivir bajo tanta energía; la cantidad de sol al año nos condiciona y no es fácil darle buen empleo. Gracias por entenderlo. El hombre ni es bueno ni malo, le pasa como a una linterna, que depende de la carga y de las circunstancias. Es tierra hermosa la nuestra, pero muy comprometida: el sol nace aquí…

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