Navidades cristianas

Si alguien me preguntara qué diferencia hay entre aquel belén y el de hoy le diría que poca; le diría que en los niños está el cambio.

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De la carestía de posguerra a gozar de esta complejidad que satura ahora la vida va un abismo: tras la cena familiar, íbamos llenando la iglesia los chiquillos, arrimados al belén aún apagado e inmóvil la caña del pescador. Gruesas bufandas y el agua de platilla, embalsada bajo el puente, quieta de luz y anulada de silencio, soportaba a los patos y esperaba las doce. Era la noche santa y el pueblo congregado mirando el reloj del coro en que las celosías dejaban pasar las sombras de las monjas. La señal eran las botas; un chico de mi edad llevaba su identidad en los pies y el uniforme de los falangistas eran fundamentalmente un par de botas bien brillantes, “relucias” se decía, con lo que hacían gratas sus filas. Yo creo que Hitler había conquistado a los chicos alemanes de la misma manera. Aquí no hacíamos sino aplicar lo ya experimentado y los taconazos se me antojan de imitación.

Esperábamos, pues, el encendido para que resaltara la Cueva y el niño, sobre los brazos de su madre y bajo el amparo de San José. A mí me impresionaban los movimientos repetidos para toda la noche, el del pescador y su caña o el de la azada en el pequeño huerto sembrado de pimientos. Todavía paso derecho en el ayuntamiento al rincón del fondo donde se recuerda esta antigualla y me relajo hacia atrás desde mis ochenta. Juan Antonio sabe que no tiene sentido olvidar la infancia y hasta es provechoso unido como está a la historia familiar. Ahora en vez de botas de agujetas se llevan deportivos con cordones blancos o con los agujeros al aire alardeando y se suprimen de capricho: sólo por decidirlo, que es un gustazo. Si alguien me preguntara qué diferencia hay entre aquel belén y el de hoy le diría que poca; le diría que en los niños está el cambio. Hoy están rellenos pero desilusionados y entonces con unas botas se colmaba la ilusión fácilmente. Hartizos, se dice en mi tierra, que es la fatiga de aquí, pero en el ánimo. Terminó la guerra y no nos quedaba más que seguir. Y lo hicimos.

Yo le he llamado cristiana a la navidad en una saturación de poco gusto. ¿Era más cristiana aquélla que la de hoy? No me interesa mucho la cuestión y se da ser cristiano o no, sin más; ser más cristiano no tiene sentido.  Este es un cristianismo falso, recargado de abundancia, materialista y, por fuerza, vacío en su conjunto. Sobrado de calzado anda hoy cualquier benjamín desde su infancia y no puede añorar nada porque está saturado; todo lo más por un capricho, que no llega a interés. Nadie lo gana por botas ni lo pierde por comida; parece mejor, pero está colmado, y ahíto solo se está para dormir. Hay males por los dos remates y harto extrema la nota de definirse, ¿qué hacer? Las dolencias de la abundancia son peores, así como los goces si moderados son exquisitos. Nunca ha sido cristiana la sociedad, sólo de adornos, que hacen falta buenos puntales para cumplir con el crucificado. Quiera Dios prestarme ayuda para no desanimarme con mi propio esfuerzo.

He visto hoy el belén del ayuntamiento montado y terminado, qué maravilla. Te has superado, Juan Antonio. Has conseguido conjuntos urbanos verdaderamente hermosos. He subido andando por cerrar este artículo y lo hago con mi elogio para vuestro trabajo. Harían más ruido unas copas deportivas, pero así están los tiempos; que me parece bien, pero miro por la equidad y Dios con todos. Que el belén ha defendido a los pobres y ha sido siempre para ellos y para Él, pobre de pobres: todo a su tiempo, que todo llega sabiendo esperar, como siempre ha sido.  No todas las tradiciones son geniales, pero algunas se vuelcan.

No tengo intención de calentar el coco de nadie ni celebrar la Pascua en un calendario ya pasado, que marcó otro tiempo y también era el mío.  Quiero viajar con todos y saludar a todos mientras la velocidad me zumba en los oídos. Qué placer alejarse para luego volver sabiendo que todo girará siempre si lo pides y parará cuando ordenes, porque es esa la buena intención reflejada en las fechas, ¿o no?  La marcha trae el retorno hasta que queda en el intento. Y el recuerdo está quieto esperando que llames y acudirá presuroso y nos hará recordar lo antes vivido por muy lejos que ande y se hará un paquete de todo y tú lo portarás cumpliendo tu promesa. ¿O no lo digo bien? ¿Esto es soñado? Es que es muy difícil acertar con la puerta caminando hacia abajo. Dicen que el final viene escrito, pero yo no lo he visto.

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