Todo no lo sé

Dios nos libre de malos pensamientos, pero sobre todo de intenciones dirigidas como dardos

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Lo daría todo por tener un juicio sereno y discreto. Por eso no aconsejo y sólo me atrevo a opinar; pero permanezco en silencio cuando alguien despotrica fuera de sí y dice cosas que con frecuencia aparecen opinables. Lo paso mal muchas veces y me hago violencia otras tantas oyendo al hombre de hoy que con frecuencia se ayuda con altavoces; sólo faltaba eso. Nunca hemos hablado tan deprisa, tan distantes y tan alto, pero con la misma pobre fianza. Corremos más riesgos que nunca y, eso sí, en cierto modo también tiene su mérito. Pero hemos de saber coger la suerte bien fija y acostumbrarnos a pensar sin disimulos. No somos menos por más errores y crecemos cuanto más naturales y sensatos.

Sobre todo, si escribimos o leemos, se hace necesario contar con quién lo dice y dónde y demás circunstancias adyacentes que lo precisan. Mucho es y todavía no alcanzamos; yo creo que nunca se ha mentido más y con más desparpajo que en la prensa o en los mítines de estos días de políticos y vendedores. ¿Conoceremos tiempos mejores? ¿En que lo celebrado sea la veraz noticia y sea de miserables el engaño torpe y el desvío intencionado? El Papa está dando cuenta de la conciencia recta y atrayendo atención a los escombros de la historia que siguen obstruyendo; necesita de nuestra ayuda para hacer el cambio y de la de Dios para que Él nos ayude a dársela: nunca se vio tal protagonismo en la iglesia militante para conseguir lo mejor y auténtico. De verdad se pone interesante.

Todo no lo sé, he dicho, y me está faltando lo mejor, lo trascendente. Nos agarramos a lo fácil y se deja pasar lo trabajoso, o quizás lo serio; o mejor, tenemos abandonado el orden natural de aceptación, el equilibrio. Unas cosas son antes y otras van después en una prelación que tiene su misterio. Las que no se deben hacer son pocas, ése no es problema, y conviene pensarlo una vez para dejarlo en su sitio; lo peor es que, con Dios por medio, tratamos de engañarnos. Esto se llama ser ilusos. Y lleva razón el Papa, si no se limpia antes nunca será un modelo nuestra casa. ¡Cuánta sinceridad se necesita mientras andamos con sandalias! Y al otro lado se va limpio o no se entra. ¿Difícil? No, es aceptable. Se ha de pedir perdón siendo seres normales, con toda sencillez, con ganas de vivir la vida como honestos.

Venimos desde la hostilidad y nada se estimula si no es confrontando, pero al tiempo el pleno individuo se madura desde el acogimiento; esta descoordinación nadie sabe en qué acabará ni si tenerla en cuenta si la evolución opera por millones en la vida. Nos enseñó a pensar lo hostil y nos libra de otros males la distancia. Eso no es fácil de ver y difícil de aceptar sin la sencillez de este Papa que se agarra al humanismo. No es nada fácil crear doctrina alrededor de un hombre, sujeto de derechos y deberes, que se sube a una familia y fuera de ella crea la reseca anarquía. ¿Es lícita la crítica despiadada que cubra miserias humanas y disimule intenciones? Esto crea crisis a veces tan imposibles de cruzar que se resuelven con revueltas; la emigración por huida de fronteras es una consecuencia. No hay comunicación del momento que no denuncie este estado de cosas y ninguna es tan sincera que se manifieste eficaz; mueren niños a millares, esta así denunciado, y nadie sale al paso con medida eficaz, como consintiendo una criba de competidores.

Dios nos libre de malos pensamientos, pero sobre todo de intenciones dirigidas como dardos. No puedo saberlo, el hombre no lo deja claro y tampoco sabríamos qué hacer una vez aclarada la malicia. No nos queda sino la reacción a medias, por si acaso; y el que decidió ser rico, aceptó en la misma medida la obligación de la verdad y la defensa del miserable. No se puede usar la riqueza de la comunidad contra ella y siempre la solidaridad fluye del natural como cauce espontáneo. Falla la exploración de la ética con rigor humanista. No cabe pacto paritario entre el poderoso y el pobre necesitado. Y habrá siempre un vacío si se llegan a concretar obligaciones: aparecerán en borrones las frases de compromiso como documento envejecido. Los hombres no somos santos, eso es una propaganda de buena fe, y hay que estar preparados. Hablaremos otro día de su ventaja.

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