Esta vida

Es verdad que soñamos más o menos conscientes y creemos porque nos conviene creer

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Ésta y no la otra, lo recalco, que sería funesta la confusión: esta vida mortal en que cada uno de nosotros vive como definitivo y se empeña en soñar otra realidad. ¿Y nos va bien en el sistema? Todo depende de ocasión y proporciones, lo que es racionalización. Hay que usar la imaginación, sin duda nos dará buenos ratos, pero controlada siempre por la lógica que, a más o menos distancia, alinee y revise la realidad. Los que recelan de todo, se pasan y los que se alborotan, dejan atrás la sensatez: en el medio está la virtud, como siempre.  Quiero quietud de ánimo sin la exaltación que me hará traspasar límites y acabar perdido sobre la estepa del desencanto. Cuando pequeño yo soñaba jugando a mayor con la entereza que ahora llevo en el recuerdo y aparece sin mancha en un horizonte interior.

No me enfado con el hombre, sí con su palabra, y con sus obras si rozan hipocresía o maldad. En sociedad el hombre corre serios peligros de perder la senda ecuánime que conduce desde adentro y se oscureció en El Paraíso según las creencias antiguas. Desde entonces se extiende el mal como mancha de aceite y tenemos que cuidarnos de nosotros mismos y de salpicaduras externas. El hombre es un lobo para el hombre, decía Hobbes, Homo homini lupus, y desde entonces la repiten muchos ignorantes del latín. Hobbes abrió las puertas del modernismo y adelantó ese desparpajo que sobrevendría con el tiempo sobre la idea de Dios. Nadie me ha advertido que quemaba, decía el fraile taza en mano acabada la guerra en el desayuno glorioso y es verdad, nadie advierte en este país. ¿En los demás?  Más o menos igual. Es cuando esta   mancha de que hablo se extiende sin miramientos a la túnica blanca y aparece todo a la vista sin quererlo. Estamos sometidos a estos cambios sin remedio.   

Es verdad que soñamos más o menos conscientes y creemos porque nos conviene creer. A mí me lo advirtió a su tiempo Watzlawick, pero no sé si para bien porque esta sospecha se crece y pone en solfa todo el inconsciente. Yo no soy ahora más feliz y los finales se enredan en los pies con una falta de piedad que asusta. Es el sabio cruzando el río caudaloso en la borrasca; en la vieja barca gobernada por un zagal que confiesa su ignorancia, que no conoce el álgebra ni nada de Virgilio ni el teorema del cateto o los números primos; el sabio se admiraba terco y naufragó y tuvo que escuchar del mozo: ¿y tú? ¿sabes nadar? Lo dejaré sin contestación para que pongáis de vuestra parte lo que concluye. ¿De verdad estáis de parte del grumete? Grumete significa también ladrón con escala y me hacéis la pascua porque eso sí que no acierto a casarlos si me los elegís. Alguien que no recuerdo, me dijo una vez que lo citara en mi artículo y no he sido capaz nunca porque lo escarbo tarde siempre, cuando ya he puesto los personajes. No salió muy apropiado este ejemplo, pero así practicáis.

De todas formas, esta vida es digna de vivirse. Andaba yo con la fresca por los pinares y un día encontré al juzgado descolgando de un pino a un jovenzuelo. Me impresionó y no se borra el recuerdo. Pero a pesar de eso sigo opinando igual. El sol sale y hace el recorrido todos los días con un tiempo medido; somos libres en su empleo y libres para querer a los que se acercan o lo contrario. Algunos gastan su tiempo en odios, todos los vemos, otros en cuidar del buen trato. Los más en su propio interés sin ofender, como si estuvieran solos. Se puede sortear el paso entre todos y encontrar la vida, se puede y ser felices. La felicidad está en servir a los que podamos y gozar con su contento.  Es un poco más complicado, pero nos entendemos y puede valer, no dejarse llevar de lo más bajo.  Buscar con moderación nuestra parte y valorar lo que se recibe, usar de la inteligencia para este desempeño. La vida racional es importante si se trata de participar entre los demás. La humildad, la sencillez son importantes, que nos ayudan a salir del montón y hacernos asequibles. Los demás son el problema.

Con esto lo he dicho, los demás. No podemos prescindir de ellos, porque el amor y el odio necesitan su cooperación. Y el primero es atracción, que promueve y acerca. El odio es freno, variación, rechazo de formas, multiplicidad para dar opciones. No podemos tomar parte por alguno, simplemente vamos en alternancia y devanamos la madeja para que la vida se asiente por los entresijos. Sin odio la vida es plana y sin amor, vacía. Yo quiero amar y despreciar y ser una alternancia que engendre tensión y en final como el surtidor se vuelva sobre sí al origen y de nuevo comience. Se predica el amor a sabiendas que necesita de contrario. Lo plural es lo fecundo y fuera sólo muerte: tan solo es nuestra la proporción y nada más. Quiero aprender a gozar en el filo, a atrapar lo fugaz, a valorar el instante. La vida nunca está; pasa…

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