Lo que es, es

Ahora con la célebre investidura se está tomando el señor su tiempo. ¿Os imagináis a este gallego dando a luz?

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Yo aconsejo al lector siempre dejarse llevar por el titular para seguir la lectura o abandonar en caso contrario. Un artículo casi siempre va condensado en él a modo de valla publicitaria, en pocas palabras; nos encantan los gestos. Éste lo encontré en una fachada de Cuenca a grandes letras rojas sobre blanco, lo que es, es; no digáis que no somos recalcados en mi tierra. Suena a fatalismo, pero si se mira despacio, más bien refleja la desnudez de adornos en que viven las almas en esta tierra de riscos y de extremos, así me lo parece. De ahí lo comprimido y lo resultón. La ciudad comenzó sobre las rocas y a fuerza de piqueta se forjaron las calles para subir a pie llano, que antes ni con mulos. Otra parte de la provincia está en el extremo, unida a La Mancha, a tierras de Toledo, Ciudad Real y Albacete: esa es la mía. Ninguna con tantos contrastes y eso sin contar a la de la miel alcarreña.  

He dicho que, a fatalismo, pero quizás sea a simpleza, a evidencia de simplón o, vete a saber, a sabio apolillado de esos que descubren la pólvora todos los días varias veces. Jugamos mucho con las palabras porque nos sobra tiempo y andamos escasos de meollo a la hora de poner epítetos de relleno a nuestra desnudez. Cuenca tiene grajas que resuenan volando en los acantilados con su graznido peculiar. No sé qué escudriñan desde el cielo pero igual es una costumbre ancestral, como les ocurre a sus habitantes, y la perpetúan hasta el final porque no saben cambar de costumbre. Porque lo que es, es y no hay más tu tía. He visto más de una vez elogiar el reposado discurrir de mis gentes cuando lo que les invade es una pereza mental que no pueden con ella y así acortan el camino. Por eso se ahorran el opuesto, porque de igual forma lo que no es no es, venga quien venga, que va incluido en el lote sin tomarse trabajo de pronunciar ni mu para sus efectos.

Yo, pues, nací en La Mancha, que no se usa sin el artículo y así se carga a todo. Se dice por ejemplo La Felisa, como a una tía que tuve, y el Alforjas a otro que no sé por qué, y la abuela para distinguirla; todo lo articulamos para que no quede suelto y le ponemos diminutivos para hacerlos graciosos: Ricardete, por ejemplo. Mi padre, que subió de Sevilla a casarse, no llegó a acostumbrarse y añoraba las campanas de la catedral más alta de la península y odiaba los fríos de pasado septiembre tras la vendimia y de cara ya al odiado invierno que hace cerrar las puertas al vecino y desterrarse en las escarchas. A veces pienso el mérito que supone el tratar de coordinar esfuerzos de cada rincón de esta tierra y que marche al unísono siendo el señor presidente gallego y los otros catalanes o vascos o valencianos o palentinos que no se parecen ni en los calcetines. Demasiado bien va esto y no hace falta sino presenciar una sesión de congresistas para comprender el gallinero: no somos fáciles, pero sí muy divertidos y para poner un simple huevo la que armamos es de órdago.

Ahora con la célebre investidura se está tomando el señor su tiempo. ¿Os imagináis a este gallego dando a luz? ¿Y el de la oposición, que parece metido en harina y está en la playa? ¿Y los demás contemplando en silencio y sin comentarios? Los belgas tardaron más, es verdad. Pero cualquier cosa que nos debe poner de acuerdo nos atranca y no damos el brazo a torcer. Menos mal que en Europa cada cual tiene que callar por algo. Es posible que todavía no hayamos acabado y ya están algunos diciendo que hacemos el ridículo; eso no, que cada cual tiene lo suyo. Que se aguante Europa y América juntas, que cada cual es como es y no nos van a cambiar, pero nadie lo tiene tan difícil. Menos mal que la naturaleza es sabia, ya se sabe, y nos acostumbra el vecino poco a poco; lo difícil de aprender es el lenguaje de las modulaciones que a veces cerrar un tanto el labio requiere cambiar el sentido de la frase.  En Andalucía se hace con manos y ojos, para lo que se necesitan más arrestos y ojos morunos y atiplados. Nosotros con pausa sin empujarse, que al final lo que es sigue siendo y el reloj está en todo lo alto en una torre mora y no tiene por qué atosigarse. Aquí los logreros lo tienen fácil porque lo encuentran despoblado gracias a esta filosofía. No son vagas mis gentes, un ‘quejío’ deja más exhausto y aumenta cuanto más al sur hasta la misma Málaga. Nos subleva que nos uniformen y sabemos que repartir no es la vida, que anula lo diverso. Hubo un día en que bajamos y nos acomodamos al sol y hubo de surgir lo nuestro y así somos. La misma filosofía de las Pirámides, que encontrando sol todo se alcanza. Las cumbres nos hicieron cachazudos y la llanura tercos. Y pasó el sol cubriendo todo de ensueño. Ahora sobrios, de verbo medido y silencio apretado; es lo que he dicho, recalcados que es más zumbón y no se anda con revueltas. Pero nada en serio para castigo de políticos. Y de predicadores. Al final todo queda por lo que es.

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