Temores

Los separatistas son pueblos perdidos que no se acomodan y en la memoria tienen antiguas rencillas que ya nadie recuerda

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No corremos riesgo de inmovilismo, no me da miedo; de derechas o de izquierdas, según vengan dadas, pero las libertades no parecen peligrar; más bien nos están llevando ciertos políticos a un vulgar ambiente de trincones que viven del cuento. También puede llamarse corrupción. Se da en distintas profundidades, según la dosis de atrevimiento, y está muy bien adaptada a toda situación; en cada una puede acabar en el lamento amargo de verse tocada y vejada la clase política. Por situaciones injustas de no sé qué planes bien orquestados y de no sé qué enemigos de las libertades. Acercarse a fantasmas del pasado da miedo y todavía siguen influyendo en el subconsciente del Ibero, que tiene poco de reflexivo. Que no tengan que decir nada de nosotros, Ramonete hijo, que decía el cuento de la Señora tía. Es la mente burguesa que Miró el sensible reducía a lo frívolo.

Si se concreta más, se amplía el campo de operaciones y hacemos que algunas siglas rocen lo heroico empapadas en el grado máximo que da la persecución bañada de moralina. Sin haber salido de la vulgaridad, ya digo, pero rodeadas de oropel y de los brillos ridículos que ofrecen un pastiche a quien los busca. Necesitamos una Señora tía de adecuadas proporciones sentada en la entrada del viejo continente para hacer ver lo que no se enseña sin ofender el bajo amor propio de antiguos pobladores. Que no digan, hijo, de nosotros, que no digan. ¡Qué arraigada moral y descarnada, que nació con polilla y la conserva como las plumas negras de los magros alguacilillos al cortar las orejas de la lidia!

La lidia es como una pantomima trágica del hispano medio, que busca sin encontrarse, que se encuentra sin buscar con intención o que se encuentra porque lo intenta, que no sé yo muy bien el lío en que acabamos con los fantasmas que persisten de una historia recordada y otra olvidada, pero a media luz, que así está de sentenciada. Seguramente que os he perdido, y yo también en estos callejones, pero iba a dejar en claro la oscuridad que contradice nuestro pasado y los contrastes de reflejos que deslumbran las pendientes repasadas. Cada pueblo tiene su historia y en cada uno es distinta y a cada tiempo de paz corresponde un nuevo ensayo de pensamiento que nos debe hacer corregir y enmendar hasta acercarnos a lo recto. Pero es verdad que siempre el miedo nos hace volver las mismas esquinas y las tales esquinas promueven los mismos miedos, que todo, ya digo, está ahí aposado y dispuesto. Es muy difícil enjuiciar las conductas humanas si no es por las esencias, como ocurre con las chacinas, y éstas permanecen guardadas en el envase hasta que se pierde memoria. Nuestra historia está escrita y guardada para veneración y respeto.

Los separatistas son pueblos perdidos que no se acomodan y en la memoria tienen antiguas rencillas que ya nadie recuerda, ni ellos, enterradas como minas que amenazan. Pero no preguntes, que no saben, y es verdad que no saben y sienten una amenaza como víspera de tormenta. Hay que respetarlos, si no matan y respetan, que es asumible su dolor y su pasado y caminamos hermanados en la glorificación del futuro. El curso principal como el del río está formado por aguas que se suman y se acogen y se funden: venimos los hombres de inicios dispares que sellan y prolongan los anhelos y acaban siendo un solo impulso hacia el infinito. Así se funde España, más de proyecto que con pasado, más de ilusión que de recuerdo.  Y pueden no ser bien acogidos los que se añaden porque se aumentan en el reparto y no hay debajo sino interés, que es el motor patente y disfrazado. En este país el pacto de reconocimiento se daba con la batalla y se blindaba por siempre, de modo que llega hasta nosotros con el nombre de reconquista que tapa el trueque con oropel histórico. Por pocos caballos con jinete el porvenir se aclaraba y daba lugar a un discurso florido.  Deshacer ahora el tejido y hacia atrás no es muy usual y hasta trabajoso. Y sobre todo desprestigiado.

Hubo después un tiempo que esa nobleza se puso en venta amparado todo por la corrupción alta, que siempre ha sido la más funesta. De tal forma hemos llegado a los tiempos actuales en que ya es difícil encontrar el cabo que nos lleve al comienzo. No es fácil ahora recomponer y, menos aún, repasar redes como en la pesca sobre el oleaje, sin tierra firme, bajo el agitado mar de las pasiones. En este viejo continente es ya más cierto un deseo que una razón, que no sirve desde su descrédito y está alimentado por sus propios jugos como una vulgar solitaria. En teoría tenemos escenificada la libertad en Norteamérica, con pragmatismo, pero sin nobleza. Nadie es perfecto. No saldremos sin ayuda y ésta, por su cuenta. Los interesados son los aptos que temblarán de miedo. Temerosos de desmontar el tinglado. Y no, no lo haremos.

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