Fidelidad

Son importantes las visiones globales que nos elevan de lo vulgar y nos afianzan en el camino y atraen con fuerza en el ideal

Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai

Ser fiel a la vida es la postura más noble que se puede adoptar mientras caminamos por estos pedregales. En el final de los faldones de la montaña se van depositando cantos que han llegado a donde iban, nadie les exige más, y es para verlos contentos de su deber cumplido en el nivel más bajo del sistema. El deber cumplido sin duda forma o configura un estado terminal que puede ser compensatorio de toda una vida cuajada en el punto último del panorama de su trayectoria. Son importantes las visiones globales que nos elevan de lo vulgar y nos afianzan en el camino y atraen con fuerza en el ideal. Somos lo que imaginamos: me ha gustado siempre la frase como comienzo de toda trayectoria y proyecto de futuro de una estructura humana que tiene como base ser fiel a unos principios.

Necesitamos el estímulo de ponernos por delante y tirar de lo humano en una aspiración nunca satisfecha: siempre más. Estamos en momentos que todo nos parece poco, que nada nos llena, que nuestra tendencia se impone a la carne y le insufla un espíritu sobre la materia que tiende a transformarla como si este fuera el verdadero cielo conseguido en la tierra. Por esto se hace imprescindible ser fieles a nuestra auténtica fe que nos sobrepone sobre la carne. Algunos se dicen para estar tranquilos ‘sola existe la materia’ y lo afirman corriendo hacia el charco y no oyen que la naturaleza les dice ‘sí, pero materia trascendida’. Este es error común, aunque más bien se llama atolondramiento. Todo es energía, nos dice la ciencia, y Dios para los necios se confunde con ella, pertenece a ella cuando está sobre ella haciéndola criatura. Necios está bien dicho, que de ignorantes es confundir al creador con lo creado.

No me gustan los santos empalagosos de ayunar los viernes desde el biberón, pero tampoco la crítica estúpida de bellotero que tira a mordaz, que toca con dedos profanos las margaritas del evangelio. Viendo la torpeza de algunos críticos, me afianzo en mi cortedad. No quisiera caer en ninguno de los extremos y estar dispuesto con humildad a lo espontáneo y sencillo, que es la expresión de lo auténtico. No quiero doblez ni postura falsa que es estudiar lo acordado. Fidelidad a lo descubierto en el camino de lo simple, tras el surco de la verdad y el acomodo del espíritu a la luz de Dios. Algunos creen en verdades redondas, profundas, deslumbrantes, sacadas con gracia especial de meditaciones acogidas a la bondad de Dios. Yo quiero la verdad a la mano, pura y acoplada a mi necesidad de hombre. En una disposición humilde de mendigo de Dios, acogido a su misericordia antes que a su justicia, como dicen que estaban los pobres a los pies del banquete. Unas migajas de tu mesa me bastan y en ellas espero de tu bondad sin elucubrar ni indagar más del asunto.

Es necesario permanecer fiel, ¿dónde iremos si no? Fieles a la vida se impone como contrario a la muerte. ¿Quién se atrevería a exhibir en la plaza sus dudas sin reservas o los puntos flacos de la vida y de la muerte? Vivimos en una dedicación moderada y aferrados a esperanza, que sea tolerante con el hombre y seca con el pesimista.  El hombre con hambre necesita atención, pero imagínate el hombre sin ilusión, sometido al frío del surco y esperando tu mirada, ese es tuyo en la miseria para ser contigo en la bonanza. Si logras la fidelidad a tu esquema y la lógica del usuario, que eso es la fidelidad para consigo, todo lo encontrarás alineado y tu vida discurrirá segura sobre el riel que tiene preparado. No tiene más gracia ni mayor dificultad el vivirla que tomar en serio el tiempo y creer que hallarás justos y dispuestos los caminos como si alguien se hubiera esforzado contigo y con tu suerte. A mí me lo hacéis, se dijo.

Qué sería la infidelidad, me preguntaba un día de esos vacíos que te salen al pie en el año. Todos tenemos días fértiles y días amargos, de los que van delante esperando ocasión y me recuerdan el día de cocido en que mi madre servía los platos envuelta en vapor. Yo era acogido por la nube sobrepuesta formada de grasa de morcilla y rancio de sabor fuerte que daría razón de ser a los fideos.  Nada más opuesto con el grado académico de filosofía a que ascendían en el aula nuestros conocimientos, pero uno me lleva a otro sin remedio y así vengo a recaer en el filósofo Aristóteles en mediodía de invierno templado por la sopa. Nada tan absurdo. Yo me muestro fiel al feliz pasado y buceo en él resuelto y atrevido, esperando que lo que ha de venir no será difícil o al menos gratificante por no rasgar mi trayectoria. Estoy conservado en los retazos del ayer y el hoy real y apretado.  Pero sobre todo en el noble trabado de la lógica y en el firme secuestro de la carne. Mi cuerpo y mi vivencia, ¿dos pilares?  ¡Qué chusco!     

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN