Educar es servir

Ahora que tenemos tantas horas con los niños no tenemos tiempo de decirles que las palabras del padre son serias y trascendentes

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Pero servir a la familia. No hay nada más desacreditado en el momento que los consejos de un padre. Y el padre encuentra venganza fácil contra la  sociedad en el maestro, todo un esperpento en el que quien pierde es el niño. El niño es el gran pagano de este sinsentido que se establece cuando se dice que lo importante es el dinero. Lo que debe importar es organizar esa sociedad en valores y en ese rentable poner en su sitio la economía como fundamento. Pero primero es educar.

 

Ahora que tenemos tantas horas con los niños no tenemos tiempo de decirles que las palabras del padre son serias y trascendentes. En la vida hay que prepararse y no adelantarse, que hay que emparejarse y en esa pareja tiene su sitio el educar hijos. Sobre todo el concepto de felicidad, equidistante entre hedonismo y ascética. Tenemos que cooperar y reforzar los conceptos del padre con el afecto de la madre. No tiene sentido la ruptura en el aula con la familia que está ocurriendo por culpa de políticos que en la educación tienen poco que decir y mucho que hacer.

 

Nadie tiene derecho a imponer su ideología en la escuela o a abrir una con ideología que estampe el principio de la individuación empobreciendo el tejido social. El tonto y el listo, el guapo y el feo harán un resultado de un grupo en interacción y lo demás es injusto. Urge hacer una campaña de que en la escuela con dinero público la creencia  no importa.

 

En este país se ha deformado el sentido de la educación confundido con el adoctrinamiento. La religión se vive en familia para que influya en la moral y en la conducta y no en el aula donde divide y estropea la digestión. La fe con estandartes se convierte en otras cosas que sin solución nos lleva a mal fin. ¿Quién ahora haría una Cruzada para ‘rescatar’ santos lugares? Leed de  la cruzada de los niños que acabaron vendidos como esclavos. Dios es mansedumbre, paz, amor infinito; todo lo contrario a una bandera. ¿Acaso  os imagináis a los contemplativos cistercienses tras una banda de música celebrando la pasión del Señor?

 

El pueblo español todo lo hace bello, inspirado, pero no quiere decir que  con acierto y ha españolizado el cristianismo. La semana santa andaluza es una maravilla de espectáculo que debe conservarse, pero en él se suplanta a  la liturgia. Llega el momento de pensar despacio porque lo peor es que se ha invadido el espacio de la escuela  y ahora mismo ya no es de todos. Y lo peor, que la pública se ha convertido en la de los pobres. ¿Quién les entrará ahora en la cabeza a algunos que han aburguesado la iglesia? ¿O es que todavía cabe defenderla frente al absentismo de los obreros? Yo viví el fervor del ingeniero-obrero Rovirosa, ahora en proceso de beatificación, y desde él aprecio esto que digo en una misa de clase media y sin esperanza de cambio. Eso no es el pueblo de Dios.

 

Ha traído una entrada de aire fresco el Papa argentino, yo digo jesuita, con su ejemplo de austeridad y sobre todo de sencillez humilde. Vive el voto de pobreza y de él saca fuerza. Ojalá conserve esta visión y pueda renovar la estructura hacia la fraternidad inicial. Salieron con hachas y bastones en Toledo los frailes a Cisneros contra la reforma, porque se vivía tras la reja   en frivolidad. Era la unión con el poder temporal la causa. Salir de esto  mismo nos lleva a lo que tenemos y no será fácil retorcer al español sobre la mesa de la realidad. Hemos extendido nuestra fe pero unida a veces a los cánticos gloriosos bajo las banderas. Dios sólo es amor, nada menos.

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