Quiero desahogarme con una pregunta retórica a todos los que hemos metido las manos en la educación. Sí, con típica retórica. ¿Qué hemos hecho? ¿Se puede tener peor gusto por parte de un joven al abandonar la nobleza del soneto por la vulgaridad de la estrofa rapera? ¿La altura literaria de algunos consagrados? ¿O las cotas de la Física o los entresijos de la vida con la Química? Eso ha ocurrido con una buena parte, que desprecian en masa todo lo que ha figurado en las programaciones oficiales y revuelven al tirar sus contenidos con una animación de odio gris que estremece. ¿Cabe hacerlo de nuestra parte tan mal y hasta tal extremo? Como en tantas cosas, no desprecian al soneto sino a un mundo de adultos en él y esto les ha llevado a adoptar el mal gusto en este trasiego, del que no nos vamos a librar. Sigo diciendo ¿qué hemos hecho? Y admira la sabiduría de la naturaleza dejando en ridículo a quien quiere castigar. Bien dicho, nos han castigado y no nos ha dado por pensar.
El chico de hoy con su canturreo de medio trote gusta de exponer sus quejas en un metro alejado de todo y con ritmo de cañería atorada, no encuentro definición más apropiada. Como si lo hubiera elegido con el fin de humillarnos. El rapero es un cantor hecho deprisa, medio hecho y aun así, de prisa, sin tiempo para la autocrítica. Con una juventud a medio cocer no terminaremos la tortilla, y más vale así. Pero ¿cómo seguir? Una vez más ha triunfado lo mediocre y de la lucha por lo mejor nos hemos quedado en lo menos. Este es un proceso demasiado frecuente que se da en tiempos de mira baja en que se abandona el estímulo del bien y se baja a lo fácil el punto contra toda dignidad. ¡Pobre juventud que se vio en un abandono inesperado por parte de los que ostentaban responsabilidad! Y, una vez roto el enarbolado de las aspiraciones, resultó fácil todo y explicable. Este perfil es muy triste pero está a la consideración.
Yo he cogido el referente del soneto, estrofa noble, que supone madurez en su combinación seria de sonido afinado de metro y de medida con el significado en cocción en el molde de un interés buscado y lógico a la vez. ¿Quién tiene en cuenta todo al tiempo o quién se congratula a la salida de haberlo tenido? Supone un buen adiestramiento de los modos itálicos y en verdad es una pieza hermosa y perfecta de nuestra métrica, que es joya de las humanidades y orgullo de nuestras letras. Se han escrito ejemplares perfectos de esta estrofa en nuestra lengua y se seguirán haciendo al hilo siempre de su evolución y como argumento del buen tono de la lengua cervantina que lleva dentro raíces de esperanza. Dijo alguien que crece el interés entrando los dos tercetos y cuando al final en el último verso llega al clímax, se vuelve sobre sí mismo como un surtidor de ingenio que chorrea emoción en su caída. Hermosa estructura de versos endecasílabos que, después de acongojar al cielo de Silos en boca de Dámaso Alonso, viene a inundar el mármol del jardín de los humanos. ¿Cómo hemos permitido que los niños ignoren este tesoro y cedan al “monorrimo” de una cuaderna vía recortada y sin gracia nacida en los rincones de una civilización meada? Muchas cosas han debido suceder para estos extremos.
Nuestra civilización avanza metiéndose en los charcos y es de esperar que siga así, que si no el completo. Entretanto Garcilaso de la Vega, el de los cuarenta sonetos, sufre una gran decepción, me lo imagino. No obstante es una gran suerte la del Renacimiento, que no se podrá despreciar la parte de utilidad que traía ni el afán de superación del Imperio. Nos buscaban para probar armas y tecnologías y así salimos del remo y llegamos al Nuevo Mundo con galeras más sueltas con el velamen hinchado a favor del viento. Nuestros tercios de más gloria tenían los cinco metros y medio de pica con mejor inclinación para producir muerte, esta seguridad era su gloria. Y yo que me afianzo a la escuela, ¿he de cantar en ella estos extremos? ¿Lo haré yo porque los demás lo hacen y todos haremos por hacerlo todos? ¿Y nadie hay que corrija? ¿Qué está fallando? Se pone muy difícil el entendimiento así y es posible que se nos acabe este equilibrio en el mejor momento. ¿Llegaron a este jovenzuelo los miasmas de los mayores en la última guerra cegada de irracionalidad? ¿Es que aún no perdura el rescoldo al descubrir cenizas? Nuestro futuro está encuadrado por preguntas que revuelven el ánimo mejor dispuesto y no hay garantía de que amanezca por alguna parte de este horizonte que deberíamos velar mejor. Si ganamos, vale.
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