Ricos y pobres

La vanidad deshizo el buen clima del paraíso terrenal y los hombres actuaron ‘como dioses’. Eso la Biblia lo llama soberbia y es el pecado más inhumano que existe.

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Conforme ha ido evolucionando la humanidad, se han conseguido metas y grupos afines que aspiran a un mejoramiento interesante. Así, se observa en el momento una gran variedad de comunidades semejantes en aspiraciones, pero en caminos distintos de conseguirlas. Esto hace actual cierta antropología, para observar lo que une y separa a la humanidad y sacar conclusiones sin duda pertinentes para el posible camino común que nos espera. Las diversas condiciones conseguidas han dividido en ricos, que aspiran a imponerse y quizás acabarían por destruir y destruirse, y pobres, que inevitablemente son absorbidos en el proceso. Es tiempo, pues, de meditación y de futuro. Tiempo de ajustes en la convivencia.

 

Surgen movimientos con cierto interés sobre el caso, con el riesgo de vender ideas y aprovecharse. Pero sobre todo, que entendemos que hay suficientes recursos en la historia humana capaces de sacar del bache. Optimistas. El cristianismo, la educación pública y la tendencia interna a la perfección como esperanza de persistencia, lo confirman, y de hecho no prevalecerán sino los que en ellas se basen como elementos ‘naturales’. En el desarrollo del hombre se van mezclando a lo ideal los intereses espurios que hay que ir separando en el proceso. Ahora es el momento, igual que se aparta el fruto dañado del bueno en la trasportadora para hacer buen vino. Será conveniente entrar en aspiración ideal para censurar por igual  a los ricos y a los abandonados, que enturbian por igual el sutil proceso de nuestra perfección.

 

Acabo de escuchar a un profeta de éstos y me confirmo en la idea: una doctrina humana y humanista, en el caso cristiana, que conduzca al hombre a la perfección, una escuela que analice el proceso y eduque para llevarlo a efecto y menos técnicos que introducen elementos perturbadores porque su motor no es el sentimiento. Se han puesto de moda asesores, pensadores, entrenadores, que sólo son aprendices y no han llegado a

lo que hace el núcleo de la naturaleza, el horneo. Esto es lo que ha debido ser siempre el pedagogo y nunca lo han permitido los tunantes que se acercan con halagos porque no están en la onda de lo humano. Para mover humanismo no hay que habilitar la vanidad sino el afecto, que incluye la valoración y el deseo de superación. La vanidad deshizo el buen clima del paraíso terrenal y los hombres actuaron ‘como dioses’. Eso la Biblia lo llama soberbia y es el pecado más inhumano que existe.

 

Esta vida por tanto necesita llenarse de afecto y, en medio de este clima, encontrar el hombre acogimiento por los hombres, como medio de erradicar pobreza y soledad, que son los enemigos naturales. Pero me expreso mal; no consiste en erradicar; basta con poner afecto, ya digo, como un jarrón de flores en la mesa, para que desaparezca el moho y reine la luz. Entonces comienza el milagro. He aquí cómo el progreso no está en manos de técnicos, ni es cosa manual ni de habilidades, sino de corazón. Si lo has de educar, quiérelo; y si reprender, cércalo de calor que lo prepare antes del cambio. El político no es entendido en sentimientos, ni el mundo moderno de la eficacia tiene el seno caliente como una madre en los comienzos. Lo importante es el dinero, decimos, y con esto se dividen los hombres.

 

El profeta quiere cambiar el sentido de esta vida con eficacia, igual que el asesor, y dan el falso mensaje de que todo depende de la voz enérgica, como con las ovejas, y es muy posible que haya más oportunismo que verdad. De todas formas nada tiene que ver lo de ricos con la felicidad ni con el disfrute del pobre, porque lo auténtico siempre está relacionado en el hombre y este aspecto puede estar colmado en lo frugal. Lo que sí deberíamos limpiar es esta vida desprendiendo lo extraño y hacerla humana para que tome vigor y sacie. Ahora está más difícil pues impera lo vano y se atreve lo superficial a entrar en el interior para llenar huecos, pero es un engaño remediable. Es importante no abandonar el raciocinio como arma dejada a propósito para nuestro gobierno.  Rico no es un valor estable,  está más devaluado cuanto más abundante. Cabe  ser infeliz siendo muy afortunado y hay pobres que son ejemplo de hombres libres. No quiero verme en esos extremos, pido a la vida que me dé lo suficiente para sentirme afortunado y corte la abundancia cuando empiece a pesar demasiado en mi conciencia. Que son ataduras que impiden elevarse y se deja de contemplar el gran espectáculo del mundo lleno de variedad. Y donde cada cosa ocupe su sitio y no más. Y el hombre en el centro en armonía con el hombre, porque si no, ¿de qué le sirve? El necio se acerca al pobre  para aparecer rico de contraste y consigue así un grado mayor de miseria. 

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