El funeral de Mandela fue todo un espectáculo de naciones dispuestas a teatralizar lo que por razón debe ser. El muerto no fue el único agraviado en vida por un régimen de represión: era el representante principal de los ciudadanos pisados, agraviados en su condición humana, restos todavía de otros tiempos de esclavitud que hay que olvidar. Sacrificó su vida por toda una nación y logró volver las cosas, aunque le costó 27 años de cárcel como se divulga en estos días. Lo primero que se me ocurre es pensar cómo somos también culpables los que callamos mirando para otro lado con el pueblo en el asador. Quizás habría menos malos si hubiera menos tibios.
Es el hecho que en el funeral oficial ha habido afán de dar testimonio por variedad de regímenes del momento de que no estamos dispuestos a tolerar otro ejemplo de maltrato y vejación del hombre por el hombre. Puede ser una exhibición hipócrita de voluntad como muchos han criticado, y no hay sino fijarse en otras naciones africanas donde se sigue tolerando en el momento, ante la pasividad del mundo libre, este sucio panorama de discursos floridos que ignoran lo que pasa ante los ojos. Pero hay que reconocer una buena actitud al menos externa que nos lleva a aceptar el largo camino que le queda a la humanidad por recorrer en la igualdad de hecho hacia la de los derechos. Llegará un momento en que volverán crisis en la aceptación humana, es de creer en buena lógica y ojalá esté equivocado, pero tendremos que aprender a manejarlas.
Tanto tienes tanto vales, se dijo siempre, y es cuestión de tomarle las vueltas a la retorcida conducta humana que el tiempo nos hace ver, para no fiarse en absoluto de ella y tomar buenas precauciones. Pero no hay un criterio seguro de nada en la vida, todo es cuestión de cada momento. Vuelvo a decir que, a pesar de lo dicho, ha sido un bonito espectáculo ver un pueblo agradecido bailando sus ritos y unas naciones, manejando un buen arsenal de armas, postradas ante una conducta humana ejemplar en la que todos no tenían más remedio que coincidir. O sea, que sabemos lo que está bien y mal, pero otra cosa es la conducta de las conveniencias. ¿Será verdad que es imposible el liderazgo sin salirse de lo recto?
Ya tenemos como normal la doble conducta, el digo pero pienso, y tal parece que se siguen resultados peores para la justicia siendo honestos. Y eso no es verdad, urge ya afirmar y demostrar que es más rentable a la larga la honradez si se quiere ordenar el mundo. Ha sido de todas formas un espectáculo digno de los tiempos el ver saludarse ciertos líderes que ni por asomo se podía esperar, algo es algo. Pero eso no nos lleva a optimismo si tenemos en cuenta por bloques a una humanidad muchas veces sometida a un chalado sin principios de razón y con cierta habilidad con las masas. Cada vez más se echa en falta una autoridad universal puesta con confianza de todos y resuelta ‘a cada cual su merecido’. Al que le toca de turno ser el fuerte es el llamado a conseguirlo y, si renuncia al egoísmo de su oportunidad, consiguiendo así una titulación superior. ¿Y una Asamblea del Orden entre todas las naciones? Habría que intentarlo, que el sentido común así lo aconseja y puede que lleguemos tarde.
¿No sería posible el mejor corazón de cada bloque de creencias unido en un organismo de notables que no se doblegue ni pierda la esperanza? Hagamos la llamada y empiecen a moverse candidatos que desde una humanidad hasta ahora desconocida sueñen con una humanidad por primera vez enfocada a su meta. Los hijos del mal están mejor organizados que los del bien, lo dijo Jesucristo. Convendría hacer un catecismo universal que prepare este camino. El hombre es capaz de las mayores barbaridades, pero sin duda también de las maravillas que vemos a diario, todo depende de una guía moral que lo conduzca a puerto y esta actitud puede ser tan real como posible. ¿Habrá que inventar un enemigo universal contra el Universo buscando el miedo que una a los indecisos? ¿O un predicador lleno de buena voluntad que reúna la parte buena de todos los hombres? Que es posible no hay duda, pues ya se ha conseguido en pequeñas masas en lo que ahora llamamos bloques que continúan fieles a sus principios. El hombre necesita sueños para unirse y no es tan difícil divulgar alguno de tal tamaño que obre el milagro de la paz de todos que traerá la unión y sobre todo de fe en la humanidad. Es que ahora mismo no tenemos pensado nada que hacer entre todos, como el hambre, la salud, el progreso en el conjunto de los mortales. Humanidad sin sufrimiento, sin atraso cultural, sólo consiste en romper los bloques de pobreza, los lazos de miseria. Y amar. Y la oportunidad está en occidente. ¿Tendrían que hacer un cursillo todos los políticos?
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