La escoba

Si yo tuviera una escoba cuántas cosas barrería, se iba cantando entre la pareja de la Guardia Civil el puntilloso sanitario camino de la cárcel.

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Yo he conocido allá en mi juventud una alcaldada contra un sanitario, practicante se decía y después creo que ATS, que no se había plegado al ordeno y mando del momento. Si yo tuviera una escoba cuántas cosas barrería, se iba cantando entre la pareja de la Guardia Civil el puntilloso sanitario camino de la cárcel. Pensando después, como tantas veces, pude llegar a comprender los entresijos del lance y los aspectos degradantes de una libertad mordida y una dignidad degradada como corresponde a la dictadura. Eran los años de alcaldes a dedo,  ‘con eso que hay que tener’, y un alardeo miserable de decisión de tricornios reforzando voluntades. Tiempos en que importaba más el tono que el mandato y que todavía se conserva en los aledaños tal que algunos lo alimentan con buenas dosis de añoranza y tradición. En ‘Amanece que no es poco’, película de crítica, queda estudiado magistralmente en un pueblo distorsionado este lenguaje de cartón piedra con cabo semi ilustrado.

 

Hoy, que tenemos escoba, la realidad es muy distinta y acaba amaneciendo por el boquete de las auroras como siempre y siguen agitados los problemas de cada día y los de cada noche con el mismo rumbo y bajo las mismas estrellas. ¿Entonces? Pero es distinto, tenemos democracia, hay elecciones  y se hacen actas formales del voto y se guardan en archivos para que sirvan de ejemplo. Pero el corazón del hombre sigue en sus trece y vuelve al tajo si lo descuidas y acaba torciendo lo derecho. ¡Qué vergüenza de ERES y qué sonrojo de cuenta B que ya ha prescrito! Algunos durante su ejercicio se han hecho millonarios y se les mira con naturalidad por el ese del voto del pueblo en libertad y con la atención puesta en el gobierno de la cosa pública que es oficio digno. ¿Pero éste también? También, que, aunque no lo parezca, el disimulo tapa lo más chocante y cuesta su trabajo descubrirlo. 

 

Ahora cada españolito nacemos con una escoba bajo el brazo, o en esto parece que dicen que consiste la democracia, en votar que en teoría quiere ser lo mismo. Yo elijo al mejor y barro de este modo a todos los que no convienen, parece sencillo. Al menos es fórmula que conserva la frescura popular, a ese lo arreglaba yo, y no hacen falta más complicaciones. La dictadura remachó lo chusco para que se encontrara a gusto el pobre pueblo sencillo que no necesita gran cosa para salir del paso. Se oyen quejas de que aún se conservan ciertos regustos en las porras de la autoridad bajo el mandato de algún  pardillo. Ocurre entonces que nos quitan la escoba y dejan a la intemperie la limpieza como en los buenos tiempos. Así pasa que intentamos solo,  pero no nos confiamos que sigue siendo verdad tapada eso de la calle es mía que decía Fraga. Nos la dejan un rato y paseamos con escoba en  bandolera hasta que dicen ya está bien. Cada época tiene su truco. No es bueno criticar, pero si no cómo viviríamos.  

 

Hay escobas amargas que nacen en las cunetas y dejan en el aire un amargor fuerte, otras de pelillo para lo suave como las baldosas de máquina que barres sin ruido y las de caña que venían del palmito de Andalucía y se acomodaban a lo recio y a lo fino. A éstas seguro que se refería la copla con sus notas cortantes y su aparente indiferencia. En la dictadura había que tirar la piedra con maestría para esconder a tiempo el impulso del brazo que podía salir caro. Ayudaba mucho la ironía que a veces llegaba a sarcasmo y otras quedaba congelado como el aliento de invierno. Yo me hice mayor con escoba  radiada de Machiné de la Caña, que no daba para más y nos producía mucha risa, sin pensar que de la letra no conocíamos ni la mitad. Ahora nos damos cuenta tarde cómo algunos tienden a ser por encima del pueblo hasta que el soporte ya no aguanta más. Es entonces cuando nos enfadamos diciendo qué país y contemplándonos ridículos, que no nos vemos tontos sino avergonzados. Hemos maldecido del dictador que creó clases medias. Más arriba estaban sus afines haciendo de división y al echarlos han ocupado el hueco los indeseables. Barrería si tengo escoba pero no sabría qué barrer y volvería a lo mismo. ¡Qué difícil lo pone siempre que se mezcla libertad y no se sabe qué hacer con ella! A mi madre le regalaron una fregona y la enseñaba como invento de español. Al año seguía colgada de la habitación oscura, que ahora tenía una bombilla con una llave abultada y blanca. Allí seguía cuando me marché al internado. Y cuando vine. Y a otra vez. Por fin la descolgó mi hermana cuando el piso nuevo de la cocina y se recreaba en cada baldosa mientras radio Andorra sonaba en la repisa. Mi madre siguió con la escoba y yo la contemplaba antes de baldear el patio. ¡Qué fresco por la tarde! En el trozo de cielo había vencejos y remolinos. Y en el rincón de pie la escoba de caña bien erguida.

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