Instantánea

Hoy solamente la referencia es uno mismo, el reducido campo del ego y bajo los límites precisos de la realización personal.

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Dicen los estudiosos de estas cosas que el hombre de hoy tiene unas características muy concretas surgidas sin duda de una reacción al esquema de vida que se ha quedado atrás. Así, por ejemplo, no sobra esperanza de poder cambiar o al menos atenuar este gran relativismo en que se está sumergido. No hay verdades absolutas porque se rechaza de forma visceral que haya normas inapelables que ahormen las conductas; basta ya de políticas dictatoriales o moral tridentina que te busca hasta en los rincones de tu intimidad. Desaparece así la uniformidad y surgen diversidad de proyectos de vida enteramente dispares que a muchas mentes empobrecidas por la obediencia las llevan a una angustia desusada. No estamos acostumbrados a tomar decisiones ni mucho menos nos hacemos a la complejidad. Con lo fácil que era temer a uno solo y agotar así toda posibilidad y lo cómodo decir que sí, y ya estaba todo dicho.
Lo nuestro ha sido siempre obedecer y temer. Tan es así que ahora atacamos a todo lo que se aparece como más cercano de nosotros. Un hombre público no puede ser dialogante porque esto es debilidad manifiesta, no debe dejar transparentes sus intenciones de gobierno porque se tomará como indecisión ni menos someter al juicio colectivo el proyecto del momento porque será signo inequívoco de ineficacia. No hay disolvente mayor de convivencia que la norma rígida sin razonamiento o la voluntad castrante de un dictadorzuelo que prohíbe pensar e ignora las voluntades. Sólo puede ser un loco o un ignorante el que somete a un colectivo a la esclavitud de pensamiento de palabra y de obra que arrastrará inevitablemente a la desertización. Y, como se ha visto en el inmediato pasado, es muy fácil establecer una fuerza coercitiva que se autoalimente en un todo estrafalario bajo la denominación de movimiento.
Si se piensa despacio, demasiado bien nos está yendo después de lo bailado. Por eso nuestro hombre medio se ha vuelto individualista desprotegido de toda fe en lo colectivo o en lo que se muestra como salvación de cada grupo. Al contrario, se tiende a disfrutar del presente como única fuente de felicidad, aquí y ahora, que es la realización del hedonismo. Se ha perdido así cualquier empresa colectiva que hoy se contempla sin misticismo y sin el gesto romántico que estuvo de moda a través de las canciones patrióticas de la posguerra civil. Ya no se llevan banderas al viento ni flechas unidas ni siquiera yugo que una en empresa colectiva. El individuo, montado en el armazón del egoísmo, procura por la realización personal que más bien andará fundada simplemente en la salud y desprovista de ideales.
Hoy solamente la referencia es uno mismo, el reducido campo del ego y bajo los límites precisos de la realización personal. Verdades eternas, las postrimerías, las obras de misericordia…¿ qué dice éste? Sólo el aquí, en el espacio que estudia la física y controla con fórmulas exactas, y el ahora, con el tiempo medido en el movimiento de los astros. No se busca, para qué, el sentido de la vida ni se cultivan cosmovisiones que conducen a totalitarismos o a empresas colectivas de resultados dudosos. La información es desbordante, capaz de cegar todos los canales de comunicación de que dispone el espíritu del hombre. Y en medio, el gran secreto que es como la piedra clave de toda la arcada del humanismo moderno, vive y deja vivir. Este es el panorama y hay que acoplarse.

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