Tengo un recuerdo muy vivo de “La niña de Santa Lucía”, que así la llamaban. La madre pedía limosna por las casas con una capillita de madera de esta santa. Una vez a la semana y cada mujer acordaba un hueso, unas alubias o la patata para el menú de cada día. Era época de potajes y el gorrino solucionaba mucho.
En el buen tiempo la niña estaba en la silla y me destemplaba su grito de mayor, conservada en infantil por el mal. Era de ave ronca y el gesto en solivianto de una gárgola gótica. No se me olvida porque me encogía el ánimo. Tenía la cara quemada y una mano, de haber caido a las brasas en un descuido. La madre la dejaba atada en la puerta y yo la encontraba cuando subíamos a jugar en aquel rincón empinado del castillo.
Todo ha empezado cuando he oído en la radio de las andanzas de los bancos. Son un buen invento para salvar las quejas morales de la conciencia. En un desahucio no cabe adolecerse ni ayudar a la madre de Santa Lucía a completar el menú con lo que va en la cesta del menesteroso. Son los tiempos tan distintos que los mayores hemos perdido el tino y reaccionamos mudándonos de época y no acertamos a comprender. ¿Es mejor esto? Esa es la gran pregunta que no tiene sentido porque todo es a su tiempo. Ahora se soluciona con la organización social a cargo de políticos y, si nos fallan, estamos perdidos como ya tenemos experiencias.
Sin duda esto es mejor pero supone un espíritu más atento y una leal preocupación por el futuro que es ineludible. Hay que prepararse en la escuela y no sé si se renueva suficientemente el sistema para lo deprisa que vienen los cambios. La escuela humanista se ha cargado de repente de una responsabilidad inusitada ante el futuro.
Los bancos son un aparato de progreso imprescindible hoy día pero cuando caen en manos desalmadas se convierten en el azote social. No está la solución en perseguirlos sino en establecer un control de valores que contrarreste su racionalidad. Estamos siendo el ejemplo en occidente de lo que no debe ser. Improvisando, sin seguir un esquema de proyecto, sin evaluar resultados. Nos conviene corregir errores cuanto antes con los votos y con el comportamiento cívico. Ahora se paga caro cualquier pequeño desajuste y la educación es un reto. Las crisis son necesarias en el mismo sentido que los tropezones por la calle.
Yo recuerdo de La niña de Santa Lucía de mi infancia, que es comparar dos mundos distintos por completo. Con aquellas experiencias no se puede organizar todo esto. Era la posguerra y no sé si conviene recordarlo. Pero os aseguro que quedan muchos matices todavía entre nosotros que no nos dejan ver. Es difícil borrar toda la conciencia humana de golpe y empezar. Aunque se ha ido instalando poco a poco, la inclinación a conservar es más fuerte y no hay más remedio que esforzarnos. Lo peor es cuando se mezclan intereses. Entonces se cruzan el guardar patrimonio, que es laudable, y exigir derechos a los que aspiramos, que también lo es.
Entenderse es la meta y ambas partes han de ceder. Si no fuera por lo patético, dan ganas de reír con algunos. Ahora en crisis habrá España de la derecha y Andalucía de la izquierda. A ver qué sale del experimento.
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