El Ayuntamiento, el Consorcio de Turismo, el Colegio de Administradores de Fincas y otras entidades están redactando un código ético o manual de buenas costumbres para regular la convivencia entre quienes alquilen pisos turísticos y los vecinos de los bloques donde aquéllos se ubiquen. No parece que ese texto vaya a suponer la solución al rechazo a los pisos turísticos, ni hace falta un código para exigir lo que ya es exigible de forma implícita en toda ciudad del mundo: una conducta cívica en cualquier sitio y circunstancia. Como el valor en el servicio militar, la educación cívica se le supone al turista, y si no la demuestra, que se le sancione. Para eso no hace falta redactar manuales de buenas prácticas, sino aplicar las normas existentes.
El problema habitual es que el turista viene a divertirse y piensa que el piso turístico es un sucedáneo de hotel en un edificio ocupado por otros como él en vez de por familias con niños y/o ancianos y trabajadores que deben madrugar al día siguiente y no están para soportar las fiestas, los ruidos, las entradas y salidas extemporáneas y otras prácticas del turista, el cual tiene todo el tiempo libre y viene sólo a disfrutar. Por eso el delegado de Turismo, Antonio Muñoz, se ha pronunciado en contra de que en un mismo bloque coincidan pisos de particulares y pisos para el alquiler turístico, porque teme que más tarde o más temprano surjan problemas de convivencia.
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