El Ayuntamiento ha vuelto a irritar a los órganos representativos de los empresarios, la CES y la Cámara de Comercio, tras impulsar un grupo de trabajo en el Sevilla Congress & Convention Bureau con el objetivo de implantar la tasa turística. La propuesta había sido ya rechazada de plano en ocasiones anteriores por la Administración competente, la Consejería de Turismo, y por la Mesa del Turismo de Andalucía, donde están representados todos los agentes del sector, pero el gobierno de Espadas, inasequible al desaliento en esta cuestión, la saca a la palestra de cuando en cuando a ver si algún día suena la flauta.
La idea del Consistorio es, merced a dicho gravamen, cuadruplicar al menos los fondos para la promoción de la ciudad en nuevos mercados. Sin embargo, la tasa choca de plano con recientes declaraciones del propio delegado de Turismo en el sentido de que había que hacer una reflexión sobre el turismo en la ciudad ante situaciones de saturación y las enormes colas que ya se producen ante el Alcázar y la Catedral y que, unidas a la expulsión de residentes del Centro por la conversión de viviendas en alojamientos turísticos, pueden provocar una turismofobia similar a las de Venecia, Barcelona y otras grandes urbes. No tiene sentido imponer una tasa con la que hacer promoción para que vengan más turistas en una espiral sin fin. El problema no es ya la falta de visitantes, sino su exceso.
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