El delegado de Seguridad, Movilidad y Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, no ha exagerado un ápice cuando ha declarado que “el abandono de excremento (canino) es uno de los principales problemas de la ciudad, no sólo a nivel de limpieza, sino también por el peligro que supone al transmitir enfermedades”.
Pongamos cifras al problema, para hacernos una idea. En el año 2010 se estimó que en Sevilla capital había censados unos 46.000 perros, los cuales producían en conjunto 5.000 kilos diarios de heces. Este número suponía 1.825.000 kilos anuales de deposiciones, equivalentes a 1.825 toneladas.
Otro estudio realizado el año pasado cifró en 448.233 los perros censados en toda la provincia, a un promedio de un can por cada cuatro personas. Conforme a esta proporción, en Sevilla capital podría haber ya 172.500 cánidos, por lo que el problema de los excrementos dejados en la vía pública se habría multiplicado por cuatro.
No podemos negar nuestro incivismo, tanto en esta escatológica materia como en los destrozos del mobiliario urbano y jardines, pintadas en monumentos, basura tras cualquier evento y un largo y triste etcétera. Fracasadas las campañas de concienciación, al Ayuntamiento no le queda más remedio que poner a la Policía Local a multar a los dueños de mascotas que no recogen sus deposiciones. Ya era hora. Como ha dicho Cabrera, hasta aquí hemos llegado.
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