Susana Díaz declaró en Sevilla apenas bajarse del AVE que la traía de vuelta de Madrid tras su derrota en las primarias del PSOE lo siguiente: “Ahora lo que toca es centrarnos en Andalucía y colaborar y ayudar a Pedro Sánchez en lo que nos pida”. La primera muestra de esa supuesta colaboración, por muchas apelaciones a la unidad y la integración que hizo en el debate a tres cuando confiaba en su victoria, ha sido adelantar al último fin de semana de julio el congreso del PSOE andaluz, con el claro propósito de evitar que los partidarios del (de) nuevo secretario general puedan organizarse y ella consolidar su poder orgánico durante cuatro años más.
Y como los sanchistas, que han acaparado un tercio de los votos, están dispuestos a dar batalla y a presentar un candidato alternativo nos hallaríamos en una repetición del proceso de primarias pero a la andaluza, con recogida de avales y todo lo demás.
Así pues, Susana Díaz vuelve a enfrascarse en las luchas internas de su partido, en las que se halla sumida desde el pasado octubre, con evidente descuido de sus tareas como presidenta de la Junta. A los miles de kilómetros que ha recorrido allende Despeñaperros en los últimos meses nos remitimos. Andalucía, con casi un millón de parados y en el furgón de cola en la mayoría de las estadísticas, necesita una presidenta a tiempo completo y un gobierno que funcione sin el piloto automático activado.
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