El Ayuntamiento de una Sevilla que quiere ser declarada capital verde de Europa ha presentado, en consonancia con tal aspiración, un plan de ampliación de la red de huertos urbanos, que pasaría de los actuales trece espacios de cultivo concentrados en siete distritos a treinta y uno, repartidos por los once distritos de la urbe.
El gobierno de Espadas, que pretende convertir los huertos en otra seña de identidad sevillana como los carriles-bici, tiene como objetivo que cualquier vecino encuentre un huerto a no más de treinta minutos de su domicilio.
Sólo parabienes merece una iniciativa beneficiosa desde cualquier punto de vista, máxime en la capital de una región eminentemente agrícola como Andalucía y cuya Feria de Abril no es más que la evolución de un certamen agroganadero en su origen. Independientemente de su función puramente agraria para la siembra y recolección de hortalizas, los huertos urbanos en todos y cada uno de los distritos contribuirán a extender la malla verde más allá de los grandes parques, sitos sobre todo en la periferia, y pueden ser utilizados como un eficaz y cercano sistema de educación ambiental en talleres públicos que se organicen a tal efecto.
El número de campesinos urbanos crece cada vez más y en Nueva York hasta se cultivan las terrazas de rascacielos. Con los huertos se amplía la conexión de los sevillanos con la Naturaleza sin necesidad de salir de la ciudad.
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