No hay nadie en la esfera política de esta ciudad que dude que el servicio de autobuses y la empresa que lo presta, Castillo, está obligada a entenderse con el tranvía. Tanto es así, que parece que hasta el propio Castillo lo tiene ya meridianamente claro, ya que, según han informado desde la Junta, su intención es acudir a la licitación del sistema tranviario. Nos sabemos qué empresas finalmente estarán también interesadas en su puesta en marcha, pero las cifras de déficit y la aportación de la Junta, al 75 por ciento, y del Ayuntamiento, al 25 por ciento, más la inversión publicitaria por parte de la Diputación Provincial, hacen la concurrencia atractiva. Tal vez lo que nos encontremos finalmente sea una Unión Temporal de Empresas (UTE), en la que participe Castillo, tal y como sucede en otros lugares donde funciona el tranvía. El cualquier caso, con el nuevo escenario de transporte público, Castillo debe entender que su futuro (tiene la concesión de autobuses hasta 2036) solo pasa por montarse en este vagón que ahora parece que sí va a arrancar, muy a su pesar, porque no olvidemos que fue él quien solicitó las medidas cautelares para que se pararan las pruebas gratuitas y quien brindó con el PP en una foto ya histórica en la noche electoral de un no muy lejano mayo de 2011.
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