No lleva botas con colores estrafalarios, ni peinados chocantes, no hace gestos furiosos ni provocativos, no necesita enseñar músculos, es una héroe discreta, que demuestra los verdaderos valores del deporte: el esfuerzo, la humildad, el trabajo constante, la resistencia, el respeto al rival, la tenacidad, la ilusión. Valores que sirven también para superarse en la vida y que todos debemos procurar transmitir, practicar y respetar. Carolina Marín ha hecho algo más que ganar el título mundial de bádminton, con todo lo que eso ya de por sí significa, ha demostrado que con trabajo constante, sin atajos, creyendo en uno mismo, sin engañar a los demás ni a ella misma, y superando las circunstancias de un país en crisis, se puede lograr el sueño de ganar sin aspavientos innecesarios. La volantista onubense ha entrado en la historia por la puerta grande, la del esfuerzo sin ponerse límites, y demuestra, que en deporte hay algo más que dinero y dinero y sólo dinero (aunque también debemos plantearnos que son estas estrellas las que tienen que comenzar a cobrar lo que merecen y no otras). Un título mundial inédito hasta ahora para España, al que muchos oportunistas se apuntarán, sin saber cómo es la raqueta, el volante, cómo se golpea, las reglas de este juego que tanta raigambre tiene en nuestra tierra. Carolina ha hecho historia, y ha conseguido también, que los onubenses todos nos sintamos orgullosos. Enhorabuena.
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