En mi anterior colaboración señalaba que, según la opinión de algunos altos directivos bancarios, el stock del crédito concedido a pymes y hogares tardará en crecer y, con toda seguridad, su evolución más clara continuará con una tendencia de reducción del saldo neto debido a los extraordinarios niveles de apalancamiento que estos segmentos mantienen aún pendientes de pago, lo que se traduce en una reducción importante de la demanda solvente.
Es verdad que en el fondo de sus estrategias subsiste, no sólo la intención de ofrecer una mejor disposición para la concesión de nuevas facilidades crediticias, sino que, por otro lado, el estrechamiento de los márgenes les impele a elevar los volúmenes de concesión de nuevos créditos para, entre otras posibilidades, poder contrarrestar la disminución de los mismos.
Sin embargo, la sombra del ratio de morosidad que arrastran, cuyo último registro conocido se ha situado en el 12,50% con tendencia bajista, sigue siendo un lastre demasiado fuerte que les obliga a extremar los requisitos y análisis en las nuevas concesiones, sobre todo teniendo en cuenta el nivel de apalancamiento comentado que, entre economías familiares y pymes, se sitúa en torno al 170% del PIB, es decir, un billón setecientos seis mil millones de euros.
Tanto es así que la ofensiva iniciada por algunas entidades para potenciar la concesión de nuevas hipotecas para compra de vivienda, producto por el que apuestan abiertamente dado que el ratio de morosidad es más reducido, actualmente solo alcanza menos del 4%, está sometida a estrictos condicionamientos que limitan la posibilidad de que muchos solicitantes puedan acceder al mismo. Entre los requisitos imprescindibles figura la exigencia de que la cuota hipotecaria no rebase el 33% de las percepciones mensuales netas al objeto de dejar un margen para afrontar imprevistos y no lastrar el consumo, que los importes concedidos no excedan del 80% del valor de tasación de la vivienda, lo que obligará a los solicitantes a disponer de un efectivo en torno al 40% del valor para hacer frente a la entrada y gastos derivados de la compra, que se contraten una serie de productos adicionales que vincule al cliente a la entidad, y un nivel mínimo de ingresos mensuales al alcance de pocos trabajadores, especialmente si son jóvenes.
De esta forma, pese al abaratamiento de los tipos aplicados a las hipotecas, los más agresivos se sitúan en el entorno medio del 2,7%, lo que a pesar de ser niveles asequibles resultan elevados si tenemos en cuenta la caída del Euribor, la verdadera estrategia de los bancos se reduce a una contienda “light” por los buenos clientes que no sólo cumplirán con el pago de las amortizaciones sino que aportarán otros ingresos adicionales vía productos vinculados.
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