Nuestra realidad económica

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Un profundo  y exhaustivo estudio sobre “Indicadores de Desarrollo Comarcales” de la provincia, comandado por D. Antonio Martín Mesa,  Profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Jaén, ha puesto de manifiesto, una vez más, los déficit de desarrollo  y las desigualdades territoriales dentro del propio marco provincial en la renta per cápita de sus municipios, en la cobertura sanitaria  y educativa  de su población y en su desarrollo cultural. El estudio  se ha confeccionado para aportar una visión comarcal actualizada  de nuestra  estructura socio-económica. El  proceso  de planificación estratégica se inició con el I Plan Estratégico   en 1997,  con un horizonte temporal  hasta 2007,  cuando las administraciones, de todos los niveles,  crearon la Fundación Estrategias para impulsar la puesta en marcha del mismo,  con el objetivo  de identificar las debilidades del desarrollo provincial y planificar la hoja de ruta que permitiera  impulsar su desarrollo  socio-económico  y aportar diagnósticos concretos  para propiciar que esos planes de desarrollo   consiguieran  un efecto más positivo y equilibrado.  Los logros cuantitativos  y cualitativos de aquel proyecto,  sirvieron como punto de partida para la elaboración del II Plan Estratégico que comenzó  a ejecutarse  en el año 2012 y se extenderá hasta el año 2020.  Sólo desde el marco de una planificación estratégica y de unos diagnósticos precisos y acertados,  se pueden elaborar  proyectos  que permitan corregir los déficits  socio-económicos   que nuestra provincia viene arrastrando de forma  inveterada  y, en este caso, debemos reconocer la excelencia y la  validez de los estudios realizados. Sin embargo, otra cosa es la evaluación  real del  impacto que  estos planes y la progresiva aplicación de los proyectos recogidos en los mismos  han tenido en los indicadores macroeconómicos de nuestra provincia comparativamente con el resto de las provincias españolas,  en los cuales seguimos apareciendo, en su conjunto, como  una de las más desfavorecidas y con un  bajísimo  nivel  socio-económico.   Es verdad que  los apoyos  prestados  por las diferentes administraciones, nacional y autonómica,   que han gobernado nuestro país,  han carecido de la contundencia necesaria para facilitar una mayor expansión,  y que, ese apoyo, en algunas ocasiones, se ha limitado a gestos testimoniales posiblemente porque  nuestra resignación  y  docilidad  les ha  evitado  mayores costos electorales. Pero también es cierto que, erróneamente, nos   hemos  acomodado a aceptar  que el PIB de nuestra economía  ostente un excesivo  grado  de dependencia  de la agricultura, sobre todo del  olivar,  del sector servicios  y de los subsidios, provocando   que la industria quede reducida a una incidencia casi  residual . ¿Cómo no se ha desarrollado en el horizonte temporal una industria auxiliar del olivar cuando somos los primeros productores de aceite de oliva? Si  existen razones  para expresar nuestras reivindicaciones,  sería necesario  reconocer que  buena parte  de nuestra situación socio-económica también obedece a  nuestro conformismo y baja capacidad de emprendimiento.

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