Los atisbos de la recuperación económica de nuestro país se asientan en la mejora de determinadas variables provocada fundamental mente por tres aspectos: devaluación interna, reformas estructurales y fortalecimiento del comercio exterior e incremento de los flujos turísticos. Por otro lado, debemos recordar el complemento necesario que suponen las medidas de política monetaria que viene aplicando el BCE, principalmente en lo que respecta a los tipos de interés, cuyo tratamiento se ha visto reforzado últimamente al fijar el precio oficial del dinero de la Eurozona en el histórico 0,15% con el objetivo, entre otros, de incrementar el flujo crediticio y, sobre todo, abaratar su coste para contribuir a estimular la actividad económica. Sin embargo, aunque consideremos imprescindible este marco estratégico, no podemos olvidar la función básica del ahorro privado. La primera alerta ha venido de la mano de los últimos datos conocidos sobre el ahorro de los hogares que ha descendido un 1,3%, significando que ante la falta de estímulos los ahorradores han optado por utilizar los mismos para destinarlo al consumo. Aunque este desvío del ahorro sea especialmente positivo para incrementar la actividad económica debemos tener en cuenta que una parte fundamental de los flujos dinerarios que utilizan las entidades para realizar su función de intermediación proviene del ahorro privado que, por tanto, debe ser retribuido y estimulado adecuadamente. Si la rentabilidad media de los depósitos a plazos no alcanza el 1%, y la oferta alternativa seguida por las entidades financieras se centra en depósitos estructurados, impregnados de una excesiva complejidad y cuya rentabilidad está referenciada a la evolución de determinados índices o la fluctuación de un valor o una cesta de valores, o una amplia gama de fondos de Inversión con rentabilidades no aseguradas y con el riesgo implícito de pérdida de parte del capital invertido, no resulta difícil deducir que el ahorrador medio no encuentre atractivos estos productos alternativos. De otra parte otros aspectos inciden en la baja rentabilidad de los depósitos y de los productos alternativos. Las cuentas de resultados de las entidades financieras no pasan por su mejor momento lastradas por el descenso significativo del margen de intereses y por la inacabable obligación de fortalecer su capital básico y todo tipo de provisiones y previsiones, sobre todo cuando se aproxima el test de stress que efectuará el BCE como preámbulo de la Unión Bancaria. Esta situación les obliga a obtener sus beneficios por otras vías y una de las más importantes son las comisiones de todo tipo y, entre ellas, las de administración de los fondos de inversión (en algunos casos alcanzan hasta el 2.25%) en detrimento de su rentabilidad final y, consecuentemente, de la de los inversores. En mi criterio, si las entidades financieras desean conservar la fidelidad de los ahorradores estarían obligados a modificar no sólo la transparencia y complejidad de la oferta de sus productos sino también reducir las percepciones vía comisiones que vienen descontando.
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