Cada vez que veo un andamio acercarse al azulejo del Sagrado Corazón de Jesús del Ayuntamiento me echo a temblar. El miedo no es que se quite, sino que se rompa al quitarlo, pues sería precioso que se pudiera conservar íntegro bien en el Museo Histórico Municipal, cuando esté homologado como tal y con sitio para exponer, o en la sede del Consejo de Hermandades y Cofradías.
Está claro que soy un defensor del patrimonio, pero hay que reconocer que fue un crimen quitar una moldura de la fachada principal, rompiendo el conjunto arquitectónico, para instalar un azulejo de serie, que tampoco resulta original.
Ahora sí, dado el significado y la historia de ese azulejo, lo inmediato es retirarlo con todas las garantías para que pueda conservarse en un lugar oportuno. Y vista la sala de contenido expositivo del Castillo de San Romualdo, que no tiene catalogación de Museo, y visto que se han quitado los vía crucis del programa de Cuaresma, como hasta el traslado de las imágenes de Cristo Rey, pues mejor que el Consejo de Hermandades y el propio arcipreste, comiencen a pactar dónde, cómo y en qué condiciones quedará el azulejo del Corazón de Jesús que durante más de medio siglo luce la fachada del Palacio Consistorial.
A partir de ahí, todo es conciliable. Lástima que no se llegara a hacer realidad el Museo Cofrade, no entraré en si la propuesta del Zaporito era la idónea u otra podía ser mejor. La única realidad es que la existencia de un Museo Cofrade podría albergar también ese azulejo del Sagrado Corazón de Jesús, que forma parte de la historia de San Fernando.
Así que lo primero es evitar que se deteriore con motivo de la obra y retirarlo con cuidado suficiente que permita exponer el azulejo en lugar que estime conveniente el Ayuntamiento o bien el Arciprestazgo, con el fin de que no se pierda, y el Ayuntamiento recupere su plenitud.
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