Desde mi palco

100 años de la pastelería Victoria

La pastelería Victoria, se encarga de aportar cada año unos roscos de Semana Santa, que son santo y seña de La Isla y su Semana Santa.

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  • Desde mi palco. -

En plena crisis económica. Cuando los recortes ahogan a los trabajadores y fomentan empleos en precario. Cuando circula menos dinero, porque la gente no tiene para comer, y menos para tarifas abusivas de luz e impuestos. Cuando la situación es mala de verdad, una pastelería isleña como Victoria, y no La Victoria, como resaltaba Enrique del Aguila, ha cumplido 100 años, justo el día de los copatronos de San Fernando, San Servando y San Germán.

La pastelería Victoria ha sabido mirar hacia delante, con la experiencia que dan 100 años y una fórmula de éxito, como son buenos dulces y baratos. Quizás la mejor fórmula para el día a día de hoy.
Pero aparte la pastelería Victoria, se encarga de aportar cada año unos roscos de Semana Santa, que son santo y seña de La Isla. Con un aroma a clavo que no lo hay en otra parte. La medida exacta y un sabor que no sólo inunda el paladar, sin que su sabor vincula directamente con que la Semana Santa ha llegado o está cerca.

El simbolismo del rosco, formando una corona y con clavo, lo dice todo. Además, la pastelería creó hace 20 años la concesión del Rosco de Oro, la primera distinción cofrade de la Semana Santa isleña. Cuando aquello se veía impropio del mundo cofrade, pronto se asentó y nacieron en San Fernando otros galardones como los perdidos de La Trepá, o ahora el de La Venera. Y van 20 años de concesión del premio, reconociendo la labor en favor de la Semana Santa.

Pero sobre todo, la importancia de la pastelería es precisamente haber cumplido 100 años. Todo un siglo, con los vaivenes que suceden a lo largo de la historia. Todo un siglo, endulzando la vida a miles de isleños de todas las clases sociales, en un enclave inigualable como la Alameda Moreno de Guerra, que aunque ha perdido su cine y su templete no es escenario de conciertos habituales, sigue siendo un enclave privilegiado. Es cierto que la Alameda tuvo más auge en otros tiempos. Las sesiones de cine llevaban a diario a cientos de personas y muchos era los que compraban al menos los bollos de leche. Ahora la Alameda, que perdió el cine, La Plata y los conciertos, sigue teniendo, un siglo después, a la pastelería Victoria. Felicidades.

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