Tampoco está vez el Presidente en funciones parece darse prisa en intentar formar gobierno, más allá de las declaraciones a los medios de unos y otros cualificados miembros del Partido Popular, que se deshacen ahora en elogios hacia las virtudes de unos pactos a los que siempre se negaron desde la mayoría absoluta. Estará por ver si finalmente Rajoy ha de sentarse a hablar con las fuerzas políticas catalanas o vascas, después de despreciar durante cuatro largos años, todas las peticiones que estas comunidades autónomas les han venido haciendo.
Y después de decir una y mil veces que no pensaba mover su posición ante las peticiones de negociación de un pueblo que vio ninguneado su estatuto de autonomía desde el poder central del Estado, después de un referéndum en el que la población catalana lo había ratificado muy mayoritariamente.
De no ser grave la situación política, sería muy divertido ver las posiciones políticas que ahora mantiene el Partido Popular sobre la reforma constitucional, después de haberse negado igualmente a oír hablar de las propuestas que en estas dos campañas electorales las fuerzas emergentes y otro partidos, han hecho sobre la necesidad de un nuevo orden constitucional y algunas reformas legislativas inaplazables: Senado, Diputaciones Provinciales, Jurado, Defensor del Pueblo, y sobre todas estas instituciones, la urgencia de una nueva ley electoral que permita un reparto equitativo de escaños y termine con la más que clara inconstitucionalidad de una ley que favorece un modelo político de polarización en esa alternancia que ha tenido lugar desde la transición política.
Divertido, si, oír a la derecha hablar de diálogo después de esa ley mordaza, de pluralismo después de las escuchas del ministro del interior, de política social, de empleo de calidad.... De no ser porque nos va a quedar otros cuatro años de sufrirlo.
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