Pequeños nicolases

El caso es que no comprendo cómo estamos tan afectados por la aparición de Francisco Nicolás en la vida pública española, y es que, será porque llevo la vida entera rodeado de fantasmas, para mí no deja de ser uno más de los muchos que he conocido en medio siglo de existencia

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Lo que más me llama la atención de toda esta historia del pequeño Nicolás es, precisamente, el interés que las andanzas de este personaje está despertando en la sociedad española. Y es que no entiendo por qué. Yo mismo caigo en lo que critico, como lo demuestra el hecho de estar escribiendo este artículo, si bien me reafirma en mi sorpresa el que usted lo esté leyendo. El caso es que no comprendo cómo estamos tan afectados por la aparición de Francisco Nicolás en la vida pública española, y es que, será porque llevo la vida entera rodeado de fantasmas, para mí no deja de ser uno más de los muchos que he conocido en medio siglo de existencia. Estoy convencido de que usted, como yo, y corríjame si me equivoco, conoce a alguien que responde al siguiente perfil: imagen perfecta, siempre aseado, como recién salido del baño, conjuntado en el vestir, con ropa de marca, amable, simpático, charlatán, de conversación fácil, luciendo reloj de lujo, que además cambia con frecuencia, quitando toda importancia al dinero, que gasta con alegría, no faltando nunca a las más importantes romerías, a caballo y de corto, como debe ser, asiduo a fiestas, ferias y saraos, elegante como nadie, conduciendo coches que los demás ni soñaríamos tener, comentando con naturalidad su amistad con las personas más poderosas del país y, sobre todo, sin tener usted ni puta idea, ni haber sido nunca capaz de conseguir una explicación racional de a qué se dedica. Así es mi fantasma de cabecera, español hasta la médula, perfectamente identificable, astuto como un zorro, capaz de vivir del cuento y del sablazo, y valiente en grado sumo, sabiendo que en cualquier esquina se puede encontrar al ingenuo que le vendió el coche y que todavía está esperando para cobrar el primer plazo. Mi profesor de Derecho Mercantil en la Facultad de Derecho nos decía, y se me quedó grabado, que para vivir como un rico no hace falta tener dinero sino tener un bolígrafo para firmar cheques, letras de cambio y pagarés. Y que salga el sol por Antequera, o mañana será otro día. El pequeño Nicolás, por lo que cuentan, encaja perfectamente en el perfil apuntado. Hasta tiene sus incondicionales, como son los demás fantasmas que pueblan el planeta. No olvidemos que en el mundo fantasmal también hay corporativismo y que dos de la misma especie se identifican a primer golpe de vista. Ahora ha salido en defensa de Nicolás una amiga que parece que hace lo difícil, defender al apaleado. Pero no nos engañemos; la chica en cuestión, a sus diecinueve añitos, ha olido ya la buena vida que le daba su pequeño Nicolás. Y ese olor no se olvida. La llaman la pechotes. No sé por qué, pero tengo contados los días que va a tardar en salir en primera plana de alguna revista para explicármelo.

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