De incógnito

No quiero esta Europa

Y para rematarlo todo, va Junker y justifica el acuerdo con Turquía reduciéndolo al “cliente”...

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Mi euroescepticismo de siempre se ha ido tornando en una rara melancolía que me lleva a negar una y otra vez con la cabeza cada vez que desde Europa toman decisiones que no sólo no comparto -porque creo que se podrían hacer de otra manera y más mirando al ciudadano y no a las instituciones o a los Estados- sino que además me hacen renegar de ellas. Me resulta insultante que estos países que durante años se erigieron como los defensores de la libertad, la igualdad, los derechos y de mi denostado Estado de Bienestar, desde hace tiempo no sean capaces de enfrentarse a problemas tan graves como el de los refugiados desde esos mismos valores.

Tampoco supieron enfrentarse con la altura de miras suficiente, desde el humanismo que tanto decían que caracterizaba a Europa, a la crisis económica, de modo que no tenía muchas esperanzas en que cambiara algo al abordar el drama de los refugiados, como nunca lo han hecho cuando las oleadas de inmigrantes han ido cruzando, a lo largo y ancho, el Mediterráneo.

Y para rematarlo todo, va Junker y justifica el acuerdo con Turquía reduciéndolo al “cliente”. Resulta que el propio presidente de la Comisión Europea, el que habla por todos, asegura que el objetivo es quitarles los clientes a las mafias que traen a los refugiados a Europa y que nadie va a querer pagar 1.500 euros si lo van a deportar de nuevo al punto de origen.

La insensibilidad es tan aberrante como la propia comparación, como si el único problema de los miles de refugiados que se lanzan al mar fueran las mafias que trafican con ellos, no sólo dejando en pura circunstancia sin importancia la guerra y la persecución de la que huyen, sino anulando por completo cualquier posibilidad de empatía por humanismo que pudiera tener Europa. No, no son clientes, señor Junker, su simplificación es tan ofensiva como lo es que Europa lo crea a pie juntillas. Y no, no quiero esta Europa.

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