De incógnito

De sentido común

Es tal la insensibilidad que una se queda, a veces, ojiplática y con ganas de retuitear a la @policia para que, por lo menos, les den una colleja...

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Me acojo al artículo 20 de la Constitución Española, el que me garantiza mi libertad de expresión, para criticar abiertamente este ansia controladora que recorre España, que pone a ciertas cuestiones etéreas como la “estabilidad” o la “inviolabilidad” por encima de mi derecho a opinar, cuestionar, criticar e incluso protestar ante situaciones que creo discutibles, rebatibles y denunciables. El que yo no esté de acuerdo con una ley, una actuación pública, un proyecto determinado no me hace ser subversiva y, ni mucho menos, perseguible. Mis ideas son mis ideas, tan respetables como las de aquellos que las cambian a su antojo o al vaivén de los tiempos que corran o las elecciones que vengan.

Dentro de este absurdo intento de controlar el pensamiento, las ideas y sus manifestaciones, ha llegado, por lo menos a mi entender (me vuelvo a acoger al artículo 20), el soplo de sentido común del juez Pedraz y su ecuánime auto en el que archiva la causa contra Guillermo Zapata. Nadie discute el mal gusto de sus tuits -escuchables en cualquier conversación en un bar pero también en cualquier televisión-, pero poner el acento sobre esos cuatro o cinco comentarios sin tener en cuenta en lo que se han convertido las redes sociales y cuanta bazofia se suelta al segundo sin que se extraiga responsabilidad alguna, es, a mi humilde entender, absurdo.

Facebook y Twitter han superado el patio de vecinos donde se cotillea a mala leche de todo el que se ponga por delante y se han convertido en una amalgama de personas sin escrúpulos, respaldadas por el anonimato, que sueltan las barbaridades más grandes que yo he podido escuchar nunca. Y no sólo con ignorancia manifiesta de las cosas: es tal la insensibilidad que una se queda, a veces, ojiplática y con ganas de retuitear a la @policia para que, por lo menos, les den una colleja. Y por tal motivo, porque se dicen tal cantidad de sandeces, de mentiras, de insultos y de exabruptos que perseguir uno y no penar al otro es hiriente. Y si perseguible pudieran ser los tuits de Zapata, que los hizo cuando no era concejal, más lo son los que sueltan algunos “dignísimos” representantes de partidos en las redes, en televisión o en los parlamentos. Y ellos, no lo olvidemos, siguen tan panchos.

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