De incógnito

También son humanos...

En ellos no hubo poses, ni discursos estudiados, ni demagogia, ni mentiras...

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Esto de acumular tantas citas electorales en un mismo año está deparando semanas intensas, muy intensas, de esas en las que puedes observar -por que se les ve en la cara- que los políticos -los profesionales y los que van camino de serlo- están sudando la gota gorda para poder conseguir el respaldo del pueblo.

La mayoría de los elegibles y algunos que ya se saben que no van a volver a las listas están más que acostumbrados y tienen el cuerpo hecho a la vorágine electoral, de modo que se ponen en modo caravana y parecen chavales de quince años por el puro ímpetu que desprenden.

Incluso aquellos llamados a la regeneración, renovación, cambio de ciclo o como quieran ustedes llamarle, parece que en poco tiempo -muy poco- le cogen el gustillo a esto de ir y venir, hablando en todos lados y en cualquier tribuna que le presten o se monten ellos mismos, para captar el ansiado voto.

Pero hay que reconocer que son humanos y los dos extremos lo han representado la vicepresidenta del Congreso de los Diputados y el portavoz parlamentario de Compromís, Celia Villalobos y Joan Baldoví.

La primera ha sido el exponente de esa España cañí, cierta y verdadera por mucho que lo nieguen, que se dedica a jugar al solitario entre la llamada telefónica obligatoria y el correo reglamentario que tiene que contestar.

El segundo, la prueba viviente de que el cuerpo a veces se manda señales que uno ignora hasta que te envía un pequeño susto en forma de bajón de tensión que lo único que te recuerda es que o te cuidas o te atienes a las consecuencias y la próxima vez quizás te caigas de frente y te puedas estampar la cara contra el suelo sin que nadie grite ¡un médico!

Los dos extremos, el que representa a la falta de seriedad y respeto no sólo por el sitio en el que se está sino por no escuchar al que supuestamente es tu jefe, y el del que no duerme y vive a base de café por preparar un discurso sin atender a las necesidades del cuerpo, son la España real, quizás la única que se vio en el debate del estado de la Nación.

En ellos no hubo poses, ni discursos estudiados, ni demagogia, ni mentiras. Era la realidad de muchos españoles, con sus miserias y sus defectos, porque, al fin y al cabo, lo que no se les puede negar a estos que viven de la cosa pública es que también son humanos.

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