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Málaga y su sombra

En la montaña uno aprende que, hacia arriba, zigzaguear es el camino más corto

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La ciudad surge de la conjunción de opuestos: casa y calle, macizo y vacío, quietud y movimiento. Nace de su suma y se retroalimenta de ellos. Necesita la luz para la vida, pero a diferencia de Centroeuropa, el sol llega sobrado de luz a nuestra tierra. Y aquí viene otra suma de opuestos: sol y sombra. Si de algo sabe la ciudad tradicional es de ponerle límites al sol y construir sombras.

Ahí les duele a los barrios construidos bajo el modelo de la arquitectura higienista de los 60. El sol llega sanamente a todos sus interiores, pero no hay bosque que pueda proteger sus inhóspitas calles, abiertas bloque a bloque.Mientras, la ciudad tradicional nos revela, verano a verano, el porqué de su callejero, de tal manera que hasta un guiri acaba entendiendo que a determinadas horas del día solo se puede andar por determinadas calles. Si, desde la plaza del Obispo, un foráneo decide adentrarse por el único ángulo donde no se define una esquina, descubrirá caminos quebrados, que parecen dudar de su sentido a cada paso, pero que sin embargo le acercan a la plaza de la Constitución mejor que la mismísima calle Larios. Calle Compañía y calle Santa María, desde el centro de la ciudad, nos llevan en variada penumbra  camino del Río y del Mar a través de un trazado accidentado y ameno. Cien calles más, en su estrechez, hacen imposible el sol en el suelo. Mil umbrales desde ellas, dan paso a mil zaguanes, donde imaginar mil patios.

En la montaña uno aprende que, hacia arriba, zigzaguear es el camino más corto. En Málaga, hay días y horas que el camino más corto entre dos puntos, no es la línea recta. Recorrer la ciudad en verano es perseguir sombras.

Si perseguimos sombras dibujaremos recorridos enrevesados. Entenderemos por qué hay  calles que se pueden tocar sus dos fachadas a la vez con las propias manos: Pito, Aventurero, Duende... y disfrutaremos con el serpenteo de calle Granada camino de la plaza de la Merced.
Si al sentarse, usted pide sombra, le servirán un café. Málaga tiende su sombra desde su callejero: Puerta Oscura, Pozos Dulces, Calle Fresca,…  y para pasar del centro al puerto extiende un oasis inolvidable donde refugiarse del sol: El paseo de los curas.

Celebro al jardinero arquitecto que pudo imaginar una bóveda semejante, fresca y ligera a la vez que sólida, con juegos de luz tamizada según el movimiento de las hojas, que el tiempo, rama a rama, construye …  ¡Una Catedral Viva!

Si las góticas fueron las catedrales de la luz, nuestro paseo de los curas merece estar entre los monumentos con nombre propio y título único. Desde la Costa del Sol, Málaga canta a la sombra: Puerta Oscura, Calle Fresca,… y un paseo como una catedral… ¡una Catedral de Sombra!.
www.angelperezmora.com

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