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De visita

Al caminar por los sitios de siempre, atendiendo ahora a una conversación interesante, distancié mis ojos de esa bóveda que estuvo agrietada

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Con los edificios pasa lo mismo que con las personas. La falta de contacto nos distancia de ellos.  Durante la obra,para el arquitecto el edificio es más que un familiar, llega a ser uña y carne.  Se cumple algo así como ese tópico que se atribuye al amor a los hijos: cuanto más problemas nos dan, más se les quiere.
Un edificio nuevo es casi como un alumbramiento al que solo asistimos los agentes de la construcción y el que lo diseña, el arquitecto. Pero cuando el edificio existe ya la cosa es distinta. No digamos si forma parte de tu ciudad y además es patrimonio histórico. En esos casos el profesional enciende sus alertas que quedan en stand-by hasta más allá de la entrega del edificio.

Durante las obras de rehabilitación del palacio de la Aduana los arquitectos, como muchos de los oficios que en él trabajaron, nos hicimos moradores de sus sombras. Algunos fueron casi ocupas durante semanas intensas, otros inquilinos de meses y otros,sumando visitas de día entero, semana a semana durante tres años, nos hemos sentido parte de su vida.

Asistí a la demolición de sus forjados y vigas con intranquilidad durante los meses que estuvo descarnado e inválido hasta que se repuso el equilibrio de su estructura. Caminébajo sus bóvedas, a veces abiertas como heridas. He recorrido sus fachadas a todo lo largo, siguiendo a los restauradores por los andamios, saliendo por una ventana yentrando por otra distinta en otro piso y fachada. Yprotegido por ese andamio abajo, muchas veces he sentido que flotaba,al caminar junto al borde de su imponente cornisa de piedra.

Desde el final de las obras han pasado tres años. El lunes 12 se abrió el palacio a la ciudad con su contenido museístico. Ese mismo día, durante su inauguración me encontré con un viejo amigo. Seguimos a las autoridades, charlando entre nosotros, de las cosas de nuestra profesión, hoy muy devaluada y difícil,de algunas obras y proyectos apasionantes…

Al caminar por los sitios de siempre, atendiendo ahora a una conversación interesante, distancié mis ojos de esa bóveda que estuvo agrietada, de aquel apoyo imposible y de tantos encuentros difícilesentre elementos de madera, metal y fábricas de ladrillo y piedra.

Paseando a través del museo, disfruté del reencuentro con un edificio que vuelve hoy a todos desde el limbo. Mi amigo es colega, un profesional que disfruta de su trabajo con casi 70 años. Ayer su conversación me devolvió las ganas de asombrarme y recorriendo con él el palacio, vi de golpe, el trabajo de tantos y tantos a la vez y me asombré como un malagueño más.

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