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Aduana Fénix

De un empecinamiento de los malagueños se iniciaron los barruntos de un museo hace ahora 20 años

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A veces sentimos la ciudad como un invento maldito que nos atrapa y nos mantiene cautivos. Como satélites giramos expectantes de otras miradas alrededor de los mismos lugares. Y nuestra ciudad nos resulta quieta, imperturbable. Pero lo cierto es que algo de nuestra ciudad desaparece con cada puesta de sol.

Málaga, muere un poco hoy aquí para renacer mañana en otra parte. Un día desapareció un camino que subía de Torrijos a la Alcazaba. Esa subida explicaba “como nunca podrá explicar nadie” el nacimiento de este puerto-ciudad. La Coracha desapareció por culpa de un horroroso túnel, pero éste hizo posible que las dos aceras de Alcazabilla se reconocieran y se reencontraran. Hoy, entre la espalda del museo Picasso y las gradas del Teatro Romano, hay un espacio mágico.

Este invento maldito que muere todos los días, nos devuelve, de cuando en cuando, un alumbramiento sonado. En menos de 30 días, algo que murió, renace. Renace un edificio que vino para contemplar los atraques en primera fila del muelle, que sufrió un gran incendio y que vivió sus días más grises al final, alojando a la par calabozos y gobernadores.

De un empecinamiento de los malagueños se iniciaron los barruntos de un museo, hace ahora 20 años. Del trabajo atrevido de unos arquitectos surge un vacío nuevo desde dentro de unos viejos muros. Del intradós de la historia, vienen espacios modernos a contener vitrinas para piezas arqueológicas y para dar abrigo a los lienzos del desaparecido Museo de Bellas Artes. Desde el olvido, muchas veces vienen las cosas a encontrar su adecuado sitio.

Desde el proyecto consideramos “una Aduana siempre Abierta” y así ha quedado su patio. Su patio quedará unido a la ciudad, abierto al paseante, atado a la libertad del caminar entre calles.

De su interior, la historia se nos ofrece atractiva. Se han hermanado materiales, desde los postigos hasta las tejas, abrazando un mundo de piedra con elementos de madera laminada y acero. A finales del Siglo XX, hace ahora 20 años, un edificio viajó al limbo para volver en el XXI.

Se nos fue entonces, alicaído, sin cubierta; ahora regresa vibrante, en piedra y aluminio. El día 19-D una parte perdida de Málaga, un regalo del neoclásico, un tiempo congelado del Siglo de las luces, renacerá de sus cenizas y pondrá a Málaga en su futuro, ese mismo día: Aduana Fénix.

 

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