De ciudad.es

Todo se transforma

La seguimos llamando Alameda y en vez de álamos tiene ficus. Con la misma naturalidad debemos aceptar que el espacio público se transforme.

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Todos manejamos indistintamente herramientas. Usamos sin pensar ahora, cosas que otros inventaron antes. Una generación avanza si se engancha a otra, su cadena de transmisión es su cultura. Este engranaje de conocimiento, tiene lugar en el seno de un invento que protege y transmite lo heredable: la ciudad. Antes de hacernos hombres de mundo, ella nos hace ciudadanos.  

Sobre la herida abierta en la Alameda, el consistorio se plantea un proyecto para ella. Es un espacio que siempre ha estado ahí, sin que nunca hayamos reparado en él, dicen algunos. Y es cierto, porque hasta que se cortó al tráfico no había nada más difícil que “parar” en la Alameda.

Apretada entre un río y una montaña, Málaga quiso ensancharse. Creció y utilizó lo que pudo para enlazar sus dos lados. En los 60,tras caballerías y tranvías, los coches expropiaron definitivamente el centro de las calles a los humanos. En los 70 la Alameda pasó a ser el vial de mayor capacidad en tráfico y desde los 90, intercambiador de autobuses urbanos. Dejémonos de definiciones, la ciudad somos todos yendo de un lado a otro. Exploramos a partir de nuestros zapatos y si nos dejan, desde nuestros neumáticos.

Nació salón urbano, espacio ancho en desahogo del estrecho callejero del XVIII. En la línea del Salón del Prado de Madrid o del de la Bomba de Granada, se diseñó con espacio central como remanso de viandantes, a la sombra de dos hileras de álamos. El paseo cayó en desuso ante el triunfo de la ciudad del auto.La ciudad viva abandona lo obsoleto, aunque sea un palacio.

La ciudad respira en el movimiento. Si pudiéramos movernos en la vertical, igual que en la horizontal, quién sabe cuántas plantas tendría la Alameda Principal, Una para coches, otra para autobuses, otra para trenes,… y el plano del suelo, libre y continuo para paseantes y puestos de flores.

Tenemos una Alameda que en vez de álamos tiene ficus y la seguimos llamando Alameda. Con la misma naturalidad debemos aceptar que el espacio público se transforme respondiendo a su necesidad. Ya que no hay otro lugar para pasar, si se pueden enterrar los trenes, ¿porqué no loscoches y autobuses?Si hay un túnel que pasa bajo el Mar del Norte ¿Cómo no va a poder ponerse un túnel bajo otro túnel lejos de las raíces de los árboles? 

Una canción de Jorge Drexler, bien podría ser el himno de esta ciudad viva, llena de contradicciones, que tiene un puerto comercial para turistas, una plaza de toros para conciertos, un polvorín en la montaña para fiestas y una Alameda de ficus macrocarpa: …Nada se pierde,…todo se transforma.

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