¡Ya está bien!

Empiezo a pensar que la indignación en Europa y concretamente en España, es proporcional al lugar donde ocurren los hechos que nos indignan y la posibilidad real de que estos hechos nos pudieran ocurrir, es decir, proporcional a la sensación de sentirnos amenazados o no.

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Empiezo a pensar que la indignación en Europa y concretamente en España, es proporcional al lugar donde ocurren los hechos que nos indignan y la posibilidad real de que estos hechos nos pudieran ocurrir, es decir, proporcional a la sensación de sentirnos amenazados o no.
Nos asusta de forma impresionante el terrorismo islámico, lógico desde luego; y nos indigna la impunidad con la que en algunos países pueden llegar a actuar. Pero la tristeza y la lástima es el sentimiento mayoritario ante los inmigrantes fallecidos en el mar mediterráneo.
Nos unimos buscando soluciones ante el terrible asesinato de un profesor por un menor de trece años pero, cambiamos el canal cuando aparecen las noticias sobre los naufragios entre África y Sicilia porque se nos pueden quitar las ganas de comer.
La ira se apodera de nosotros ante la investigación a Rodrigo Rato acusando de forma rápida sin presunciones de inocencia que valgan, sintiéndonos robados por tantos y tantos políticos pero descansamos nuestra conciencia ante los africanos que se dejan la vida en el mar porque no podemos solucionarlo nosotros.
¡Ya está bien! Es un drama de magnitudes impresionantes y que tiene solución. 
Debemos ser exigentes con nuestros dirigentes no sólo en lo que nos afecta de forma personal sino en lo que nos afecta como persona. 
Ni identidades culturales, ni soberanías que valgan, la intervención debe ser inmediata y eficaz para ante todo asegurar que las personas puedan vivir con dignidad en cualquier parte del mundo y, a partir de ahí, hablamos de cultura, gobiernos y democracia.
No nos vemos amenazados, pensamos que jamás nos veremos en la necesidad de jugarnos la vida para mejorar y buscar un futuro digno pero al menos, podríamos indignarnos ante una desgracia que hace que el mar que nos baña cada verano sea el mismo que esconda historias de sueños incumplidos por la desidia y la conveniencia del ser humano.
 

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