Millán Salcedo: “El humor siempre es rentable, porque sin él no se puede vivir”

El 27 de noviembre, a las 21.00 horas, Millán Salcedo, quien se hiciera popular junto a Josema Yuste con 'Martes y 13', lleva a La Línea su espectáculo 'En mis trece'

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  • Millán Salcedo. -

Se hizo popular con el popular dúo humorístico -que primero fue trío- Martes y 13, logrando que las nocheviejas fueran para partirse de risa durante varios años. Ha hecho televisión, algo de cine y, desde hace algunos años, mucho, mucho teatro, y casi siempre enfocado hacia el humor. Domina tan bien el chiste como la zarzuela, y hace de la imitación un auténtico arte. Puede que algún año la Real Academia Española se rinda e incorpore palabras tan populares como ‘jaté’, ‘dígamelón’ o ‘Encanna’ a nuestro diccionario. Él será el culpable.

¿Por qué su gira le ha llevado precisamente a La Línea
–Estoy deseando ir a La Línea para seguir en mi línea, en mi línea curva. En la Línea de la Concepción, porque Dios la conceptuvo así. Se trata de que estamos de gira, una gira muy tranquilita, porque a estas alturas de mi carrera lo único que quiero es trabajar de verde en cuando, y de repente ha surgido la posibilidad de ir a La Línea y yo encantado. 
En La Línea, por desgracia, se sufre la mayor tasa de paro de toda España, y desde luego eso no es algo para tomarse a coña. Pero, ¿el humor es un bálsamo?
–Sí, claro que sí, indudablemente, siempre lo ha sido y siempre lo será. Porque en estos tiempos, con tanto cotilleo, critiqueo, amenazas, alarmismo y choricismo, lo que gente quiere y lo que necesitamos es respirar el único aire respirable, que es el sentido del humor.
¿Qué va a encontrar el público linense con ‘En mis trece’?
–Lo que van buscando, pero no como ellos esperan, sino como yo quiero ofrecérselo, de una manera muy personal. Como si dijéramos una ensalada bien surtida con muchos ingredientes, con sentido del humor, con música. E, indudablemnte, llevo un pianista espectacular, Marcos Cruz. Luego, guiños, homenajes y espantar algún que otro fantasmilla de mi pasado. La gente va a esperarme como aquel Millán simpático, desvergonzón, aquel que cuando tenía 20, 30 y 40 años bailaba y brincaba como una chota. Sigo ahí, en mis trece, en mi estilo que tengo.
En su anterior trabajo, todos los productos eran de los ‘chinos’. En este, ¿cómo os lo habéis planteado?
–Esto es más sencillo, más desnudo en el sentido de la expresión. Rindo homenaje a los artesanos. En un tiempo con tanta tecnología punta rompo una lanza por los trabajos manuales, y con música porque no puedo dejar de cantar.
De hecho, la música juega un papel muy importante en toda su carrera y en todas sus diferentes facetas...¡Y se le da muy bien!
–El que canta, su mal espanta, dice el refrán. He sido una especie de Joselito. Cantaba en el coro, en el colegio en Ciudad Real. Sinceramente, no entiendo la vida sin la música, el sonido para mí es música, el sonido corporal, para mí todo es música.
Hay muchos humoristas, pero pocos habéis conseguido que vuestro propio vocabulario se instale en el habla popular, como es el caso de Josema y el tuyo...
–Todo ello sale de nuestras fuentes de procedencia de toda la vida, hemos vivido de escritores de humor maravillosos, desde Mihura, Jardiel Poncela y Gila. ¡Maestro genial hemos tenido, esa universidad de humor! Y todo fluye, nos vamos dejando terreno abonado para que florezcan las nuevas generaciones. Es ley de vida. Lo que pasa que hay algunos piratas, choricillos, que no lo dicen. Se lo callan y engañan un poco a la gente joven pensando  haciendo creer que es suyo. Pero en humor está ya casi todo inventado. 
El humor parece vivir en España un momento dulce, tanto en el teatro como en la televisión y en el cine. ¿Es ahora más rentable que nunca?
–Siempre es rentable, porque si él no se puede vivir. Con el sentido del humor que tenemos en España, vamos hombre, hay que reírse. No nos queda otra.
¿Cómo surgió la relación profesional con su pianista, Marcos Cruz?
–Por casualidad. ¡Bendita sea la improvisación! Me lo presentaron. Tenía otro que habíamos contratado con Paco Mir, hicimos unas pruebas de pianista, que ya ves tú, yo no tengo ni puta idea de tocar el piano, y elegimos a uno encantador, majo, sonaba bien, pero se fue borrando poco a poco por lo que fuera y él mismo contrató a este, a Marcos Cruz. De ahí nació una amistad buenísima. No hay día que no nos llamemos o nos mandemos mensajes.
¿Cómo lleva esto de las tecnologías y cómo lo aplica al trabajo?
–Con resignación y alevosía. La verdad es que llevo poco tiempo. Porque más que manchego, parezco maño, y que no se molesten ellos, pero soy cabezota, me negué a tener móvil ni nada, y ahora que estoy metido he perdido un poco de tiempo. Bendita sean las nuevas tecnologías, pero no menospreciemos a los artesanos. Sin ellos, no habríamos llegado al siglo XXI con esta calidad que tenemos.
¿La tele o el escenario?
–Yo el escenario, en vivo y en directo. Además, las dos cosas. Ahí es donde recepcionas todo lo que ocurre, porque la respuesta es inmediata. Ocurre esa sensación de que estuvieras haciendo surf y el público es el que te alienta. Si el público está frío, seguramente será por culpa de lo que ocurra en el escenario. Por eso, el que primero se lo pasa muy bien, siempre soy yo. Sobre todo, los escenarios interiores, los teatros, los cerrados, no podía con los espacios abiertos, no sentía que lo daba todo. Hace unos años, he descubierto las horma de mi zapato, que es subirme al escenario, hacer mi propio show y dar a la gente lo que la gente espera ver de mí. De ahí lo del título, En mis trece, porque sigo en mi Línea. n

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