Uno de los nuestros

Aparte de los tiros intimidatorios contra unos pescadores, convertidos en narcotraficantes en una burda manipulación, la ‘guerra’ de Gibraltar ha dejado unos cuantos jirones de piel

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Me lo decía Anita, una frutera a pie carretera en el acceso a Torreguadiaro, en el límite de la provincia de Cádiz con la de Málaga: “Nada hijo, que se acabó agosto y ya la gente no pisa la playa y mira que al verano todavía le queda por delante casi todo el mes de septiembre”. Un levante suave de esos que tuesta la piel a golpe de bochorno se aferraba a un verano que moría lentamente en la playa de agosto. Con el bronceado veraniego destiñéndose, la gente volvía a sus menesteres y se encontraba de nuevo consigo mismo tras interrumpir la rutina de un largo año durante 30 días de espetos de sardinas y tinto con casera.
Este verano, como todos los veranos, las serpientes han reptado por las páginas de los periódicos para entretenernos con una sarta de mentiras y medias verdades. Aunque estaba convencido de que este año Gibraltar no estaría entre ellas, al final me equivoqué, y dos incidentes policiales activaron esta recurrente cortina de humo. La entrevista del ministro del Interior con Rato, la deriva soberanista de Cataluña, los nuevos datos de la operación Púnicay el cada vez más evidente fracaso cosechado por Margallo con Gibraltar llevaron a Exteriores a recurrir al Peñón para entretenernos con un nuevo sainete diplomático del Palacio de Santa Cruz en la segunda mitad de agosto. Finalmente, gracias a la entrevista que mañana celebrarán Cameron y Rajoy, se fraguó un principio de acuerdo entre España y el Reino Unido –y con la participación muy activa de Gibraltar- para colaborar policialmente en la lucha sin cuartel contra el crimen organizado en esta zona del Estrecho. Si lo habían firmado contra el botellón en Mallorca, era incomprensible que no hicieran lo propio contra el narcotráfico en el sur de Península Ibérica, ¿no? En fin, no está mal lo que bien acaba. Pero de nuevo, aparte de los tiros intimidatorios contra unos pescadores, convertidos en narcotraficantes en una burda manipulación, la ‘guerra’ de Gibraltar ha dejado unos cuantos jirones de piel. A mí personalmente me ha molestado que la derecha mediática haya criticado la presencia de españoles en general y de socialistas en particular en el acto de homenaje a sir Josua Hassan, Salvador para sus amigos, que organizó Mar del Sur.
Quiero pensar que en esta crítica hay más desconocimiento que mala baba. Salvador, gibraltareño de pura cepa, era uno de los nuestros, un ciudadano egregio de esa Patria sin fronteras ni verjas en la solo habitan los hombres justos.  

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