Alemanes y griegos

Toda la Eurozona se tienta la ropa ante una nueva crisis del euro ocho años de que estallara la Gran Recesión

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La crisis griega ha derivado en un caos financiero y un corralito con muy mala pinta. Los bancos y la Bolsa están cerrados. Los ciudadanos hacen cola ante los cajeros. Toda la Eurozona se tienta la ropa ante una nueva crisis del euro ocho años de que estallara la Gran Recesión. El referéndum convocado por el primer ministro griego ha sido el detonante de esta nueva situación. Aunque el voto cosechado en Syriza era un voto claro contra la pobreza social generada por las políticas de austeridad en Grecia,  Tsipras ha optado por preguntar a los griegos el próximo 5 de julio si acepta o no el draconiano acuerdo que Bruselas y el FMI le quieren imponer en virtud de los intereses de los acreedores. Quizás, en vez de meterse en berenjenal de una consulta, el primer ministro griego debió sencillamente decir no –eso es lo que va a pedir a los suyos en el referéndum- e intentar prologar la negociación hasta alcanzar un acuerdo más razonable, uno que, tal como mantiene Jürgen Habermas en un artículo publicado días atrás en El País, incluya una quieta de la deuda o una medida similar: una moratoria de los pagos vinculada al crecimiento, por ejemplo. Esta izquierda, que tiene como principal sucursal en España a Podemos, gusta demasiado de los regímenes asamblearios, y no acabe de entender que el principal mandato que reciben en unas elecciones es gobernar. Pero dicho esto, no será yo quien culpe a Tsirisa de esta nueva crisis del euro. En línea con lo que mantiene Habermas en el artículo mencionado, creo que la principal responsable de la crisis griega es Angela Merkel, que siempre ha sido más sensible a los intereses de los acreedores que a los de los sufridos ciudadanos griegos. Con la alemanización de Europa, la canciller alemana ha rechazado definitivamente la europeización de Alemania que le ha exigido en más de una ocasión Felipe González y que Helmut Kohl, otro socialcristiano alemán, practicó con determinación y sin complejos hasta el fin de sus mandatos. Además, manteniendo la línea dura de los acreedores, que defienden el pago de una deuda astronómica imposible de pagar para Grecia, Merkel renuncia a hacer un ejercicio de memoria histórica. Tal como recuerda Habermas, la actual Alemania es lo que es gracias al Tratado de Londres de 1954, en el que los países vencedores de la II Guerra Mundial le condonaron la mitad de sus deudas para que pudiera iniciar la reconstrucción.  

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