La España excluyente

Desde la mayoría absoluta, ha practicado hasta el paroxismo ‘quien no está contigo, está contra mí’ hasta instalarse en la más absoluta soledad política

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Forzado por los malos resultados cosechados en las elecciones municipales y autonómicas, Rajoy ha introducido algunas caras nuevas en la dirección del PP: Pablo Casado, Fernando Martínez Maíllo, Andrea Levy y Javier Maroto. Y ha puesto al frente de la campaña electoral a Jorge Moragas, su jefe de gabinete. Con estos cambios, ha neutralizado a María Dolores de Cospedal y ha mandado por tabaco a uno de sus portavoces, Carlos Floriano. Sin embargo, el líder del PP no ha movido ficha, por ahora, en el Gobierno a pesar de que el deterioro de su partido tiene mucho que ver con la gestión de algunos de sus ministros, con Cristóbal Montoro como principal blanco de las críticas internas y externas. Aunque bien visto, a Rajoy no le cabe otra que aguantar con lo que tiene hasta el final de la legislatura, toda vez que si quiere soltar lastre de verdad en el Gobierno, el segundo en la lista debería ser él mismo.

Algunas voces críticas del propio PP lo han dicho muy claramente en el debate interno abierto tras los últimos comicios: “Rajoy cae mal”. ¿Por qué el hombre que ha capitaneado la recuperación económica española, elogiada por Merkel y por todos los foros económicos internacionales, resulta tan antipático? En primer lugar, porque la recuperación económica española no satisface a la mayoría de los españoles, que han sufrido durante la crisis importantes recortes salariales y ven ahora que los nuevos empleos no dan ni para vivir. En segundo lugar, porque Rajoy representa a la España excluyente. Todo aquel que ha discrepado, ha sido apartado, investigado, aplastado, insultado, calumniado e injuriado.

Desde la mayoría absoluta, ha practicado hasta el paroxismo ‘quien no está contigo, está contra mí’ hasta instalarse en la más absoluta soledad política. El último botón de muestra de esta estrategia es la campaña capitaneada por el propio Rajoy para situar al líder del PSOE, Pedro Sánchez, al frente de la radicalización del nuevo escenario político. Todo por pactar con Podemos y otras fuerzas políticas de izquierdas, que lograron su representación por decisión soberana de los ciudadanos. Pero lo más grave es que quien acusa a Pedro Sánchez de radical llegó a pactar con el GIL más corrupto, se avino al acuerdo de Aznar con Pujol, convivió con una caja b en el PP y pidió a Bárcenas “Luis, aguanta” que, como decía Cela, en España, quien aguanta gana. En fin, Rajoy es un moderado, pero a la vez es un radical de la España excluyente y que salga el Sol por Antequera.   

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