Niño malo

Era matagatos, pendenciero, ladronzuelo, comanche y temerario: el terror de los más pequeños, que le temíamos más que al Lute o al hombre del saco. Pero también era heroico, solidario, generoso, valiente y pionero en la desmitificación de los territorios prohibidos

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La semana pasada apareció muerto en su casa de Guadiaro Antonio Ruiz del Río, alias El Cachivano. Se murió solo, casi como vivió.El Cachi, como lo conocíamos, nunca fue una persona importante en el entramado social y económico de mi  pueblo. Pero sí formaba parte de su tejido sentimental. De hecho, aunque se movió toda su vida al borde de la exclusión y la marginalidad, lució como rara avis. Caddie en los campos de golf de Sotogrande, mozo de cuadra en Valderrama, peón de albañil en la burbuja inmobiliaria, temporero de espárragos, caracoles y tagarninas, taxista semiclandestino al volante de un carricoche, destacó, sobre todo, por su voluntad de sobrevivir.
Sobrevivió a un parto que lo dejó contrahecho, con el brazo izquierdo mermado; sobrevivió a la muerte de su padre en un accidente de tráfico en una curva criminal cerca de San Roque que les jodió la vida a su madre y a él; sobrevivió a las tentaciones de las mujeres –o lo que fueran- que fumaban y daban besos por dinero en El Control; sobrevivió a sí mismo hasta que se ahogó en un último trago de anís El Mono. En mi infancia, El Cachi era el niño malo por antonomasia. Era matagatos, pendenciero, ladronzuelo, comanche y  temerario: el terror de los más pequeños, que le temíamos más que al Lute o al hombre del saco. Pero también era heroico, solidario, generoso, valiente y pionero en la desmitificación de los territorios prohibidos, sobre todo los del río de aguas cristalinas de nuestra infancia.
Durante toda su vida, cada vez que me veía, me recordaba que una vez me salvó la vida. Yo le aclaraba que fue a mi hermano Carlos a quien sacó de debajo de un camión.
Pero en verdad a mí también me la salvó en la ‘guerra del Lavasol’, una batalla campal entre jovenzuelos del barrio alto y el barrio bajo, cuando redujo con un certero cocotazo a un gordo elefantino que me cayó en lo alto a peso y que me estaba dando la mortal.
Cuando creció llegó a jugar como lateral derecho en los juveniles del CD Guadiaro. Era espectacular verlo calentar corriendo la banda de córner a córner como alma que lleva el diablo. Y destacó como bailón. Lo suyo era un estilo libre, a modo de peonza, algo parecido al break dance pero muy very free. El caso es que El Cachi disfrutó de algunos minutos de gloria en televisión, en un programa de esos que primaban la habilidad y el esperpento. Descanse en paz el niño malo, el niño malo más bueno del mundo.  

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