El perro de Alcibíades

En la provincia de Cádiz contamos con una de las cortinas de humo más sobresalientes de la política española desde casi siempre: Gibraltar.

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La muerte de Pericles en el año 429 a. C. supuso el principio del fin de la gloriosa democracia ateniense. Alcibíades, un dirigente político poco recomendable, formó parte de los demagogos e impresentables que alimentaron la decadencia de aquella Atenas. Sin embargo, Alcibíades entró en la pequeña historia política cuando le cortó el rabo a un perro en público. Cuando alguien le preguntó por qué había cometido tan execrable animalada, el susodicho, que debía ser un lince en el arte del birlibirloque, explicó que mientras la gente hablaba del perro no le escrutaba su gestión pública. Alcibíades inventó las cortinas de humo en política.

En la provincia de Cádiz contamos con una de las cortinas de humo más sobresalientes de la política española desde casi siempre: Gibraltar. Desde que el ministro Castiella situara a Gibraltar como “la piedra angular” de la política exterior española y cerrara la frontera en 1969, esta cortina de humo es un legado imperecedero para la derecha y la extrema derecha española. Aznar entre 1996 y 2004  utilizó Gibraltar sin complejos cada vez que lo necesitó para contentar al millón largo de votantes de extrema derecha que había en el mercado electoral. Pero Rajoy ha llegado más lejos si cabe. El castiellismo de Margallo –ha llegado a decir públicamente que el ministro franquista ha sido el mejor ministro de Exteriores de España en el asunto de Gibraltar de toda la historia-  ha convertido al Peñón de nuevo en la piedra angular de la política exterior de España. En esta última etapa, al PP le ha venido muy bien Gibraltar para tapar, principalmente miserias y corruptelas. Veranos atrás, los famosos bloques de hormigón –avalados por la CE- sirvieron mediáticamente para tapar el caso Bárcenas.

¿Gibraltar, paraíso fiscal? Pues más bien parece que los paraísos fiscales están en otras latitudes, ¿no? Desde luego, al ex tesorero del PP el que de verdad le gustaba era el suizo. Pero los tiempos de Gibraltar como cortina de humo tan recurrente parecen estar llegando a su fin.  No da para más. Después del llamamiento al diálogo y a la cooperación que hizo el martes Picardo en Madrid, el PP no tiene otra opción que empezar a recoger velas. Quizás sea el momento de aparcar los egos y empezar a dialogar para centrarse en las cosas del comer. Por ejemplo, urge poner pie en pared ante un paro insoportable que en enero volvió a subir en el Campo de Gibraltar.  

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