“El pregón de la Semana Santa de Ayamonte como regreso al origen”

Norberto Javier (Ayamonte, 1970), presentador y redactor de Canal Sur Televisión en Huelva, ha sido designado pregonero de la próxima Semana Santa de su pueblo. Fue elegido por unanimidad, a propuesta de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Ayamonte

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  • Norberto Javier -

P ¿Cómo se siente?

R Hay pocas cosas que se puedan comparar a que te ofrezcan ser pregonero de la Semana Santa de Ayamonte. Primero porque es algo que me causa un respeto reverencial, por el hondo calado de algo que trasciende de parámetros al uso, en el que se mezcla religiosidad, filosofía de vida, fe y devoción. Y sobre todo porque es Ayamonte. Decir Ayamonte siempre, pero sobre todo pronunciarlo relacionándolo con Semana Santa, solo se puede hacer en mayúsculas. Son palabras muy, muy, mayores. Comprenderá usted que sienta un gozoso, pero muy severo, peso de la responsabilidad.

P.   Bueno, lo extraño (y lo preocupante) sería que no experimentara esa sensación…

R. Sí, claro. Sería un inconsciente. La respuesta correcta sería un híbrido entre la felicidad y la responsabilidad con algo de preocupación, concepto que usted, y quien nos lee ahora, es capaz de distinguir, pero para el que el diccionario carece de la palabra exacta para expresar.

P. ¿Qué se puede decir de la Semana Santa de Ayamonte que no se haya dicho ya?

R. Esa es una muy buena pregunta, que yo empecé a hacerme cuando se me hizo el ofrecimiento, puesto que me han precedido magnífico oradores, experimentados conocedores, cofrades, historiadores, personas muy preparadas. ¿Qué puedo explicar yo que no se haya explicado ya? Al poco hallé la respuesta: la cuestión no es decir algo con originalidad, sino entender que siempre es la primera vez, y exponerlo así. Y para esto, es imprescindible un viaje de vuelta.

P. Y en qué consiste?

R.  Verá: si hay un territorio idóneo para regresar al tiempo en que uno fue decididamente feliz es esa Semana, en que todo lo que yo tenía alrededor mostraba lo mejor de sí mismo. Ayamonte se hermoseaba por fuera y por dentro. En mi casa, como en las de mis amigos, los mejores sabores eran los que salían de la cocina en Semana Santa. En la calle olía a azahar y a incienso, lo que unido a la cercanía del aroma del río constituía una sinfonía de sensaciones que, coincidentes, uno no encontraría jamás fuera de ahí. En la calle se unía con asombrosa naturalidad la gravedad más absoluta, el luto más tremendo, con la religiosidad más popular. En los templos escenas terribles, de crucificados y laceraciones, eran contempladas con ojos que buscaban y hallaban arte, sí, pero también serenidad, consuelo, que sabían que el concepto de Dios es al mismo tiempo trascendente y terrenal. La dualidad, tan propia de Ayamonte. Y más de una vez me quedé absorto degustando con ojos de niño la paz y el sosiego que me transmitían determinadas imágenes, sin que necesariamente tuviera el conocimiento suficiente para entender la escena, el contexto. Ese tiempo, como decirlo, cosquilleaba el alma y la piel, a la vez. El corazón y el cuello. Creo que gracias a esa Semana y gracias al trabajo de las hermandades, uno se puede sentir más cerca de Dios.

P. De nuevo la infancia…

R. Siempre la infancia. Ahí está todo, para bien o para mal. Para entenderse a uno ahora hay que buscar al niño y al entorno de entonces. Decía que en esa época todo era inmenso, fragante, feliz, brillante, perfectamente ordenado. Las escenas se podían interpretar con ojos de niño, sin problema, o con ojos de erudito, puesto que las explicaciones se adaptaban como un guante a las características del observador o participante. Con algo de formación y mucho de curiosidad, uno podía encontrar desde explicaciones históricas hasta significados trascendentes religiosos. Ahí estaba interpretado el mundo, gracias a manos imagineras, a compositores, a historiadores, a músicos, a capataces, a costaleros, a cofrades, a nazarenos, a gente de la Iglesia, a vecinos y visitantes, y al pueblo. Y a la voluntad invisible de quien armonizó todos esos elementos, creando una especie de realidad paralela, fruto de la complicidad colectiva.  Ahí estaba todo, ahí, esa Semana, consecuencia de un trabajo tremendo durante todo el año, estaba la explicaciones para creyentes y no creyentes, ahí estaba expuesto el hombre, lo mejor y lo peor de sí mismo.

P. ¿Qué elementos eran esos?

R. Lo primero que al niño le sorprendió fue eso, que tenía ante sí, en las escenas de la Pasión, lo peor (la avaricia, el odio, la xenofobia, la ignorancia, la impudicia, la injusticia, la hipocresía…) y lo mejor (la camaradería, la amistad, el arrepentimiento, la solidaridad, el Amor, la lucha por las convicciones y contra lo injusto), al margen de las creencias religiosas. Además de una explicación desde el punto de vista cristiano del origen y el fin del mundo, la respuesta a las preguntas que años más tarde uno se sigue haciendo, de donde viene, qué hace aquí, como acaba esto…. Conforme uno se iba haciendo mayor, las preguntas iban haciéndose también mayores, más complejas. Y las respuestas seguían ahí, también más complejas, con más matices, con más información. Ya no eran maniqueas, como las que se dan a un niño de 7 u 8 años, sino más ricas, cercanas ya a la filosofía y a la ciencia, además de al arte y a la historia. Contradictorias, incluso, lo que hace que el asunto sea verdaderamente interesante. Lo único que no cambiaba era el contexto digamos epidérmico, la vía de entrada a ese mundo: la ensoñación musical unida a los aromas, las escenas fabricadas con manos sensibles y artistas, la recreación de todo un pueblo… La paz que uno encuentra en soledad en los templos, en el rezo sin palabras…

P. Y por tanto, la única forma de acceder, explicarse y explicar esa complejidad es la vuelta al origen…

R. Las respuestas, si se fija, cambian, y quizás las preguntas también con el paso del tiempo. Lo que no cambia, lo que de hecho permite que uno siga inquiriéndose, es el origen del camino, el lugar (físico y metafísico) donde empezó todo, ese territorio donde todo era posible porque parecía sencillo. Y ahí, precisamente, está la clave de todo esto. ¿Y si el principio estuvo equivocado? ¿Y si el camino que uno tomó (no por elección, sino porque era el que estaba) no era el adecuado para explicarse y explicar? ¿Y si uno realmente tuvo que fabricar un escenario cogiendo de aquí y de allá, y a partir de ese escenario recorrió significados que podrían haber sido no equivocados, pero sí incompletos? ¿Y si la infancia estuvo mal diseñada, o mal aprovechada? ¿Y si uno pudo absorber más datos, más elementos, más información, más riqueza, más complejidad, pero no supo o no pudo? O, sin embargo, ¿Y si sí ha sido el trayecto correcto? ¿Y si esto era así? La única posibilidad de comprobarlo, y en su caso enmendarlo en lo posible, es volver a recorrer el camino a la inversa, que si se fija es el sueño de cualquiera: volver sobre los pasos de uno, pero sabiendo lo que ya sabe. Bueno, creo que he tenido la inmensa fortuna de que de algún modo se me ponga de nuevo en el camino.

P. Una oportunidad, pues, para explicar Ayamonte a través, como usted dice, de ese tiempo en que todo es diferente

R. La Agrupación de Cofradías, al proponerme que pronuncie el Pregón de la Semana Santa de Ayamonte, me ha dado una oportunidad para empezar otra vez, para buscar el origen, y explicarlo, y explicármelo. Para ponerme ante el espejo de todo aquello, pasado por el tamiz de lo que ya sé. Sinceramente, creo que no me podrían haber hecho un regalo mejor.

P. Entiendo, por tanto, que usted tratará de explicar el sentido de la Semana Santa como una especie de regreso al origen.

R. El origen es Ayamonte. El origen es la infancia. Ayamonte e infancia, para mi, son concepto indisolubles entre ellos, no necesariamente perfectos, pero al ser míos, son imprescindibles, ricos, vastos, complejos e insustituibles. Visto todo desde un punto de vista subjetivo, claro, que es la única perspectiva que te permite el análisis con honestidad. La infancia y Ayamonte son Semana Santa. Allí estaba todo. Ahí sigue estando. Trataré de acercarme con respeto y mucha curiosidad a su esencia y a su evolución. No lo tengo complicado, porque no hay lugar mejor de Ayamonte, en general, y Ayamonte en Semana Santa en particular. Pocos lugares hay donde el fondo y la forma se cuiden con tanta exquisitez, también desde el aspecto de la Semana Santa. Tengo la inmensa fortuna de disfrutar Ayamonte desde una doble perspectiva: nací aquí, y viví aquí hasta que tuve 19 años, aquí vive mi familia y hasta tengo la suerte de regresar de vez en cuando también por razones profesionales. Es decir, la (Ayamonte para mi es femenino) degusto a corta y media distancia. Eso me permite contemplarla en su globalidad y en sus pequeños detalles, al mismo tiempo. Y le puedo asegurar que es una gozada.

P. Usted ya tiene experiencia en estas lides, ya pronunció un pregón en Ayamonte…

R. Sí, tuve la inmensa fortuna que hace ahora una década la Hermandad del Mayor Dolor me plantear tal responsabilidad. Para mí fue un hermosísimo reto. Nunca dejar de estar agradecido a la Hermandad, a la que desde entonces me siento afectivamente vinculado, me permitiera disfrutar de tal honor.

P. ¿Ya tiene pensado quien será su presentador?

R. Sí. Será José María Mayo, teniente de alcalde actualmente, un amigo de la infancia, al que conozco desde que teníamos 5 años y nos sentábamos al lado en la ‘miga’ (especie de parvulario) de doña Mariquita. Luego nos sentamos al lado también en el colegio y en el instituto. Y ya puestos, compartimos piso en Sevilla, cuando él estudiaba Derecho y yo ya me pegaba madrugones para ir a trabajar. Hizo un pregón magnífico a finales de la década pasada, y tuve el honor de presentarle yo. Así que no tuve dudas cuando Alberto Vázquez, en nombre de la Agrupación, me hizo el ofrecimiento. Pero no porque sea muy bueno en la política, como escritor o como orador -que lo es en todo, el tío- sino porque él y Carlos Nicolás constituyen mi primer círculo de amistad desde cuando, como le decía, todo era inmenso y feliz.

P. Y una última pregunta, ya por curiosidad: ¿Cómo se siente un periodista acostumbrado a entrevistar en el papel del entrevistado?

R.  Me siento raro, como ocupando un lugar que no es el mío. No termino de acostumbrarme a hablar de mi, por más que hay quien sostiene que las buenas entrevistas son las que en cada pregunta hay un pequeño jirón del alma del que inquiere.

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