La prensa nos dejaba estos días un titular con sabor a buena noticia: Caddy Adzuba, la periodista congoleña que ha sido premiada con el Príncipe de Asturias a la Concordia. Pero a continuación, el titular era tan brutal como atroz: mujeres que son mutiladas, golpeadas y violadas, además de moneda de cambio en un país africano donde sus derechos humanos no existen. Países emergentes donde la violación de una mujer en grupo está exenta de culpa, y países desarrollados donde estos crímenes jamás son sancionados.
Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua (frontera entre México y EEUU), es uno de los lugares del mundo donde un mayor número de mujeres por metro cuadrado son violadas, mutiladas y asesinadas. Ciudad Juárez es el infierno, si este existe, para cualquier mujer que pueda tener entre quince y veinticinco años. Y esta ciudad mexicana, separada de El Paso (Texas) por el Rio Bravo, es desde 1990 foco de atención mundial por algo tan criminal como asesinar mujeres sin que la justicia, la policía, ni el propio gobierno sean capaces de frenar este feminicidio.
Por ello el cuatro de septiembre en más de cien ciudades de todo el mundo, gentes decepcionadas con la falta de respuestas a estos crímenes, sueltan al aire sus poemas y versos sangrantes en apoyo de una causa que lleva muchos años perdida. Una causa a la que solo le queda saber que cuenta con el apoyo de quienes no padecen estas atrocidades, pero que sin embargo hacen suyo el sufrimiento y la angustia diaria de quienes si están afectadas por ellas. De poco puede servir, pero de mucho se está escribiendo.
Por esa razón, la Casa Grande de Ayamonte acogió la pasada semana la reunión de un grupo de poetas para soltar sus poemas solidarios, sus gritos de indignación y su esperanza de ver la luz en una zona tan amarga como triste. Gente que vive a orillas de otro gran rio, el Guadiana, se hermanan de esta forma con el sufrimiento de las mujeres de Ciudad Juárez, y lo hacen como mejor saben, recitando sus poemas de rabia. Así es como se pudo escuchar en Ayamonte las voces de los rapsodas Eladio Orta, Clemen Esteban o David Álvaro, rasgadas pero firmes en su denuncia.
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