El jardín de Bomarzo

Acuerdo por Andalucía

Susana Díaz tenía un Parlamento gobernado por mayoría en coalición con IU, con los presupuestos de este año aprobados y con una oposición aislada y liderada por Juan Ignacio Zoido que no quería estar allí

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“Si quieres tener éxito, promete todo y no cumplas nada”. Napoleón.

El inicio. Susana Díaz tenía un Parlamento gobernado por mayoría en coalición con IU, con los presupuestos de este año aprobados y con una oposición aislada y liderada por Juan Ignacio Zoido que no quería estar allí. De socio de gobierno, el afable compañero Valderas. Ideó, por legítimo tacticismo político y personal, eso mismo que ahora tanto denuncia en otros, adelanto electoral y, por exactamente lo mismo, no hacerlo coincidir con municipales. Lo justificó ante la “inestabilidad” que le provocaba la supuesta consulta interna que pretendía hacer IU a sus poco más de 4.000 militantes sobre si continuar en el gobierno porque su socio, el PSOE, no cumplía el llamado Acuerdo por Andalucía cerrado entre ambos; un programa de 75 folios con el que los socios se comprometieron a impulsar 28 leyes y de las que, hasta la fecha, solo se habían aprobado dos. La realidad era otra. Díaz, táctica toda ella, lo había medido y este era su momento, lo decían los datos de opinión que manejaba, lo aconsejaba la fecha por cuanto más tarde podía ser peor y, además, era lo adecuado en su idea de ganar estas elecciones para más tarde tener opciones de ataque al liderazgo nacional de Pedro Sánchez, con quien hoy no cruza ni palabras ni ideas.

El resultado. Díaz ganó sobradamente las elecciones. Tanto que logró un resultado que, por ellos internamente reconocido, no esperaban; ni que el PP cayera tanto, ni que Ciudadanos lo contrario. Lo de IU y Podemos era más previsible. Esa misma noche, vista la cuenta, todas las miradas del PSOE-A, cual manada sedienta que huele presa fácil, se centraron en el sanluqueño Juan Marín, que no hacía mucho, poco más de un año, había contactado con Albert Rivera a través de un conocido común y vecino de Chipiona en la idea de integrar a su formación, el CIS –Ciudadanos Independientes de Sanlúcar-, en Ciudadanos y ser candidato por ellos en Sanlúcar, su pueblo. Y no con más pretensiones. Marín, con un perfil apropiado para la necesidad urgente de Rivera de montar una franquicia en Andalucía, se convirtió de la noche a la mañana en candidato para la Junta y, aunque dos semanas antes del 22M, dos, soñaba con sacar tres parlamentarios, tal vez el segundo por Sevilla, se fue a nada menos que nueve: más los 47 del PSOE, 56. La suma perfecta para un PSOE que podía lograr mayoría parlamentaria con un voto extraído del PP. Marín, cauto, feliz, propenso, receptivo quizás, pero temeroso porque en la selva se comen siempre al conejo.

La investidura. Para ser nombrada presidenta e iniciar su gobierno en minoría, Díaz necesitaba de mayoría absoluta en primera votación y, aunque tácticamente filtró a través de medios amigos que el acuerdo estaba casi cerrado, nadie se arrancó ante el engaño en rojo. Cautela ante la táctica. Chaves y Griñán anunciaron que no continuarían, paso uno, lo cual era evidente porque solo faltaría que repitiesen mandato pero, en ningún caso, entregaron sus actas y, añado, hay que escucharles cuando hablan en privado: sapos verdes por esas bocas a decenas salen... Ciudadanos era la formación más dispuesta a abstenerse si Díaz les firmaba el documento anticorrupción y la presidenta, rauda y veloz, dijo que ese y diez más y, si querían, hasta le adjuntaba el Acuerdo por Andalucía de hacía tres años pactado con IU ya que lo tenían redactado y, por cierto, pendiente de ejecución –já-. Pero Podemos dijo no, de hecho Teresa Rodríguez espetó, serena pero alerta, lo de “soy nueva pero no tonta” e insistió en que la Junta no trabaje con bancos que practiquen desahucios -¿cuál de ellos, quisiera saber, no te quita la casa o lo que sea si no le devuelves el dinero que te prestó…?-, las dimisiones de Chaves y Griñán, que a estas alturas ya venían siendo como el dúo dinámico con chalecos rojos, y, ojo, que la Junta elimine el número de altos cargos y asesores y esto es uno de los secretos mejor guardado de la institución autonómica. ¿Cuántos hay y qué cuestan? Imposible saberlo, por mucho que la cacareada Ley de la Transparencia, a la que alegué y jamás obtuve respuesta y cuyo portal para solicitar información no estará activo hasta el 30 de junio del presente y tengo una lista chula de preguntas para luego contar aquí, anuncie que lo vamos a saber todo de todo, que al final será poco de casi nada. Mientras, el PP quiere un acuerdo para que gobierne la lista más votada, pero en todos sitios, salvando así muchos ayuntamientos suyos que, según encuestas, van a perder las mayorías absolutas. El PSOE, que a esto dijo no en principio, se lo piensa ahora al tiempo que introduce lo de segundas vueltas. IU, mientras, no quiere nada: “Quien no la conozca que la compre”, advierte Antonio Maíllo sobre una Susana Díaz a la que, sencillamente, no soporta.

(Las encuestas. Mientras prudente, llegado aquí, aguardo la sesión de investidura de este viernes 8, segunda votación, repaso ideas sobre encuestas: el CIS, leo, marca la tendencia sobre caída del PP y que es inversamente proporcional al despegue de Ciudadanos, al tiempo que el PSOE resiste paralelo al derrumbe de Podemos. IU y UPyD se caen. En Andalucía, el PP pierde mayorías en todos sitios menos en Jaén y las rozaría en Almería y Cádiz; un grupo vecino, por otra parte, ha hecho unas llamadas, insistiendo e interesado en acertar alguna vez, con la idea de publicar sondeos este domingo y, ejem y con ánimo de molestar, avanzo: en Cádiz, PP-11, PSOE-5, Podemos-7 y Ciudadanos-4; en Jerez, PP-10, PSOE-8, Podemos-5, Ciudadanos-3 e IU-1; en Algeciras, PP-13, PSOE-7, Podemos-3/4 y Ciudadanos-3/4. Hay más, pero tampoco es cuestión de reventarlo todo).

No. Lo previsto. Los 47 síes del PSOE se enfrentaron a los 62 noes de la oposición, que ha sintonizado contra lo que proyecta Díaz -necesita al menos 16 abstenciones y esto no se va a producir hasta después de las municipales-; pese a la amenaza inicial de convocar pleno para votar cada 48 horas, el presidente del Parlamento, que tiene hasta el 5 de junio antes de disolverlo, convocó nueva votación para el jueves 14, en plena campaña municipal. La imagen afea a todos. Al final habrá acuerdo con intercambio de cromos, pero a su debida fecha. Tras ello, nacerá un gobierno en minoría, rodeado de un parlamento fragmentado, erosionado, cauteloso porque sabe que cualquier decisión hoy tiene un enorme coste electoral, picado por las variadas deudas personales pendientes y todo ello, puede ser, traspasable a tantas otras administraciones públicas andaluzas. Tal vez no. En todo caso, si lo de antes era inestable no hayo palabra para definir lo de ahora y lo venidero para una Andalucía afectada y disuelta en sumas, rencores y tácticas.

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